Primer exposé en Mac

Acabo de terminar mi primer exposé usando el Mac. No es ni mucho menos lo más relevante que he hecho durante el día de hoy, pero por algún sitio tengo que empezar.

Últimamente vengo escribiendo por la noche, cuando los tengo a todos encamados. Hoy aprovecho ese hueco entre que acabo de terminar el exposé y que Daniela y Luqui están de paseo. Sentado en este lugar, el sol cae por encima de la terraza y me acaricia la cara agradablemente. Tal vez me queden diez minutos de esto.

En el Spotify del MacBook suena una lista low-fi de esas, a las que le he cogido el gusto últimamente. Los altavoces del ordenador suenan, la verdad, muy bien. Da gusto oírlos. Claros y definidos. Equilibrados.

Esta mañana de miércoles me he rezagado. Llevo unos días chungo porque debo de haber cogido el RS-Virus del Luqui. Me despierto por las noches entre ataques de tos y, en general, me noto algo pachucho. Así, esta mañana, me ha costado salir de la cama. Hasta las ocho no llegaba al supermercado. Tal vez antes, tengo las horas confusas. El caso es que esa media hora u hora de diferencia hace una gran ídem, y en concreto estoy pensando en esa parada de autobús que he visto hasta los topes, con varias decenas de personas esperando en la oscuridad, en la niebla y en el frío. Me he quedado impresionado.

Asalto al Penny. He olvidado la bolsa de congelados pero lo he solucionado dejándolos para el final. Paso rápido por la caja y, en unos minutos, estoy en el exterior a la misma temperatura que en las neveras de refrigerados. Hoy tampoco iba el limpiaparabrisas del Modus. Difícil ver a través de los cristales con el hielo nocturno derritiéndose. Por cierto, el otro día ya tuve que tirar de rasqueta. Menuda experiencia. Me sentí como el doctor en Alaska (creo que vi cinco minutos de toda la serie).

Desayuno, entretenimiento para el Luqui y marcha a hacerme un coronatest, no vaya a ser que no sea un RS-Virus sino un covid. Me acerco a la caseta de madera a unas pocas calles de casa.

El test me cuesta quince euros. Me hacen pasar por un lateral. Me siento. Me quito el gorro y después la máscara. Pregunto si duele. Recibo un comentario acerca de lo quejicas que somos los hombres. Me están empezando a molestar estos comentarios feministas. Primero la dentista y ahora esta mujer. ¿Acaso es el quejarse una cosa de género? Conozco muchas mujeres que se quejan.

Termina la prueba, que a pesar de haber sido por la nariz apenas me ha molestado (cuando me la hice yo fue mucho peor), me despido y tiro a salir por la puerta. De pronto, el mundo entero se sacude y noto un fuerte dolor de cabeza. Reculo confuso y veo ante mí un cartel escrito a mano que dice:

“Vorsicht” (cuidado).

Podía haber puesto:

“Te acabas de dejar los cuernos contra el marco superior de la puerta”.

Seguramente eso no cabía. Me tengo que reír. Lo hago.

Regreso a casa y me encuentro a mi suegro, que me envía al Rewe a comprar unos Leberkäs para los albañiles. Primera visita el Rewe de Stadtbergen.

Estoy fascinado y excitado. En estas primeras semanas todo es nuevo. Compro media docena. Regreso.

Ahora me enfrento a un big run con el Luqui: Daniela tiene un par de videoconferencias de trabajo y Luqui y yo salimos a pasear con la intención de puentearlas. Se duerme nada más salir de casa. Duerme durante hora y media mientras caminamos más allá del campo de golf y nos adentramos en el bosque, donde aligero la vejiga. Cuando se despierta, lo hace tranquilo y de buen humor. Damos vueltas cerca de casa para poder atajar cualquier sobresalto. Superamos las dos horas: éxito total.

Me siento a hacer el exposé para mi suegro. Se trata de una vivienda de una sola habitación, así que la cosa va rápido. En unas dos horas liquido el asunto. Por cierto, para reducir el tamaño del pdf final, encuentro una aplicación que lo pasa de 25MB a 0.5MB manteniendo aparentemente la calidad de las fotos y del documento en general. Vaya descubrimiento. Se lo envío a mi suegro para feedback.

Día cojonudo hasta ahora, con mucha acción y un Javier a la altura de las circunstancias, aún bien pachucho. La clave: movimiento. Que el mogollón que llevo dentro pueda salir fluidamente. La reducción de dolor por el destorcimiento de huesos siempre ayuda, claro.

Guay el exposé con el Mac. Lo he disfrutado.

Me ha sorprendido agradablemente las posibilidades del touchpad para mover y ampliar el documento sin tener que recurrir a las barras de desplazamiento. Casi que se me van las ganas de coger un ratón…

Comentarios

Deja una respuesta