Vuelve la Fórmula Uno

¿Distanciamiento social? ¿Confinamiento? Estas son cosas me que ha preocupado poco estos últimos meses. ¿Me tengo que quedar en casa? ¡Genial! ¿Mantener distancia con la gente? ¡Genial! De repente las cosas que he venido haciendo de manera habitual a lo largo de los últimos doce años han pasado a ser obligatorias. Era como si, por fin, el mundo se adaptara a mí en lugar de al revés. Ahora, ¿que cancelan la Fórmula Uno? ¡Noooooo!

Yo me las daba de chulito porque el fútbol me importaba tres cominos. Me daba igual. Yo estaba por encima de esas cosas. Yo estaba prácticamente por encima de todo y de todos, y estar por encima del fútbol era una de las cosas de las que me sentía especialmente orgulloso. Podía pasar perfectamente de la necesidad de espectáculo de la plebe. Yo era mejor que todo eso.

Un día, sin embargo, me di cuenta del paralelismo entre el fútbol y la Fórmula Uno. Ambas cosas pertenecen a la categoría del entretenimiento, del pan y del circo. De pronto yo estaba en el mismo saco que la plebe. Si aquellos necesitaban a sus gladiadores, yo necesitaba las carreras de cuádrigas. ¡Qué bajón! ¡Qué bochorno! Yo era como ellos.

Qué tristeza. Qué baño de humildad.

Al margen de eso, y lo digo en serio, una de las pocas cosas que me afectaron durante la pandemia fue la cancelación de la Fórmula Uno. Era una de esas pocas cosas que endulzaban mi vida. Los fines de semana tenía algo que hacer. Durante algunos años incluso veía las sesiones de entrenamientos libres de los viernes por la mañana. Luego me iba al simulador y me daba unas vueltas. Utilizaba mi imaginación para convertirme en un piloto de Fórmula Uno.

La pandemia me afectó poco. ¿Estado de alarma? Yo llevaba en estado de alarma desde 1990. De pronto estaba como pez en el agua. Ahora el mundo entero tenía que hacer lo que yo. ¿Que es jodido de soportar? Ya lo sé. Para mí dura ya más de 30 años.

En cualquier caso, me alegré de que, por fin, la Fórmula Uno volviera a los ruedos. Incluso aunque tuviera que verla grabada a última hora del domingo.

Tuvimos de nuevo viaje a Augsburgo para asistir al cumpleaños de uno de mis sobrinos. Aunque Daniela y yo no estamos casados, para mí es como si lo estuviéramos, y eso incluye adoptar a sus sobrinos como los míos. Así que para allá que nos fuimos. Tan importante es para mí que acepté sacrificar la Fórmula Uno en directo. Dios, me vuelvo a sentir como el español de las estadísticas. ¡Qué humillante!

La carrera estuvo buena, que dirían en sudamérica. Hamilton sancionado en parrilla por haber ignorado banderas amarillas. Verstappen en primera fila. Semáforo en rojo. El semáforo se apaga.

Durante casi dos horas estuve disfrutando como un gorrino en el lodazal, tumbado sobre el suelo sobre mi esterilla de yoga, estirándome del cuello, destorciéndome y enderezándome, basculando una y otra vez sobre mi espalda, viendo la pantalla del televisor a un lado. Gracias a mi padre porque, gracias a su abono de Movistar, puedo disfrutar de ver las carreras en español con los comentarios de los comentaristas habituales.

Sainz no consigue adelantar a su compañero de equipo. Hamilton se lleva por delante a Albon. Tres coches de seguridad. La carrera estuvo emocionante y movida. El fin de semana que viene, otra vez, y de nuevo en el Red Bull Ring. Ole y ole y ole.

Ayer fallé de nuevo las páginas matutinas. Estoy aprendiendo a relajarme al respecto. Me sirve para reducir ese buffer de la confusión y acercar entre sí los momentos de escritura de estas páginas y de la publicación de las mismas. Está bien si el fin de semana no llego. Nos levantamos, desayunamos, nos aseamos y salimos de casa hacia el cumpleaños. No hubo ocasión, y está bien. No tengo que publicar todos los días, y menos el fin de semana. ¡Qué menos que descansar el domingo!

Aprieta el calor. Yo me hago el duro porque vengo de España, y la verdad es que me alegro de que, por fin, empiece a hacer calor. Llevo diez meses esperando. Ayer hizo ya bochorno, y eso que ni siquiera llegamos a los treinta grados. La tropa alemana estaba aplatanada. Sentados, con la lengua fuera, buscando la sombra a cada oportunidad. Yo, en un alarde de temeridad y hasta estupidez, me comí el chili con carne y me puse a darle patadas a un balón con el sobrino. Después de todo era su cumpleaños. No podía dejarle en mitad del césped pateando el balón solo.

Y es que estoy, en líneas generales, mejor. Sigo progresando, sigo sanándome, sigo prosperando. Esta mañana es lunes, y se siente jodido. El estómago ya revuelto y el retorcimiento muy presente, a flor de piel. Con ganas de llorar. En fin, lo normal. Comenzando con la siguiente capa de la cebolla. Buscando meter un poco más los huesos en el sitio, encontrar o hacer un poco más de alivio. Seguir trabajando en pos de completar el Uncrunching, del que ya llevo muchísimo recorrido.

Para esta semana, batería de acciones para el Arbeitsamt: enterarme de cómo puedo hacer el coaching de orientación laboral y responder a las tres ofertas de trabajo que ya me han enviado. Hace un par de años temía no encontrar un trabajo; ahora temo encontrarlo. Lo primero es reconocerlo, y en eso estamos.

Y con esto ya hemos llegado prácticamente a las mil palabras de hoy, así que felicidades por seguir cumpliendo objetivos y a seguir trabajando, que hoy quedan algunas cosas por hacer.

¡Adelante!

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