Mierda. Me parece que me acabo de cargar un comentario de McGior en la columna de “Las vacunas de estraperlo“. Le había dicho a WordPress “No es spam”, pues el comentario había sido clasificado, por algún motivo, como tal, y ahora no lo encuentro por ningún sitio. McGior, lo siento. Muchas gracias en cualquier caso por tu comentario. Siento haberlo perdido.
Ya me sabe mal. ¿Qué habrá pasado? Es la primera vez que me ocurre. Ojalá sea la última.
McGior venía a decir, pues he podido leer algo del comentario antes de pulsar sobre “No es spam”, que estaba gratamente sorprendido por la eficiencia de Holanda. Supongo se refería al asunto de las vacunas. Me pregunto, ya fuera de tema, si es fan de la Fórmula 1. Este año están a tope con Verstappen, que tiene opciones reales de desbancar a Hamilton/Mercedes después de siete años de apabullante dominio.
En fin, hoy parece que tengo un rato libre después de un intento frustrado de fular de portar. Es un asunto molesto.
Por cierto, antes de eso, mencionar que hoy Lucas cumple cinco meses y parece que entra en una nueva fase de más estabilidad. Padre e hijo evolucionan a la par.
Decía que tenemos un reto grande con esto del fular de portar, esa suerte de bolsa de canguro que, padre o madre, se cuelgan y en la que introducen al bebé. Tenemos un porcentaje de éxito inferior a la mitad. Tal vez de un 30%. Y es un rollo porque, si no se calma y se duerme en el fular, hay que portarlo en brazos, y ya está cogiendo un peso considerable.
La mayor parte de veces lo metemos en el fular y se echa a llorar inmediatamente. En ocasiones podemos conseguir canasta palmeando el rebote: una gotita de SAP Simplex en el chupete consigue que se calme lo suficiente para, a continuación, dormirse. Si no, en un par de minutos hay que sacarle, porque se encabrona cosa fina. Y entonces hay que llevarlo en brazos durante los siguientes tres cuartos de hora. Así, estamos muy interesados en que se haga al fular. Y bueno, estos días en que las temperaturas han subido por encima de los treinta grados, pues la cosa se hace todavía más difícil. En fin, cosas de bebés.
Por lo demás, parece que Luqui inicia una nueva y grandiosa etapa en la que se puede entretener solo. Es una gozada: lo pongo sobre la manta sobre el suelo, le doy un par de juguetes y se entretiene un buen rato. Esto ha dado pie a una nueva estrategia matutina.
En los últimos dos días me he llevado a Lucas de buena mañana, lo he puesto sobre la manta con sus juguetes y me he ubicado a su lado a practicar yoga. Una sesión completa de las mías, la Uncrunching Session, dura unos tres cuartos de hora. Lucas dura algo menos de media hora. Pero algo es algo. Ya doy las gracias por eso.
Seguramente, en el futuro, este rato se irá estirando más y más, de modo que, por las mañanas (ayer a las seis de la mañana) la madre podrá seguir durmiendo y yo podré tener mi práctica de yoga ya hecha a primera hora del día. ¡Qué maravilla!
Ayer estuvimos, por primera vez este año, en el lago. Me bañé tres veces y lo disfruté mucho. Eso, que puede parecer lo más normal del mundo, no lo es; ha habido muchas veces en que he ido al lago y ni siquiera me he metido en el agua. Y hacía calor.
Hace tres años visité a Daniela, antes incluso de vivir aquí con ella. Sentía un dolor tan punzante e intenso en el pecho que estar tumbado sobre el suelo era una experiencia horrible. Cada respiración era sumamente dolorosa. Apretaba los dientes para soportar el dolor. Los días de lago eran algo horrible.
Así que ayer, cuando regresé de nuevo al lago, sinceramente tenía miedo. Tenía miedo de volver a una de esas experiencias. Pero pronto me di cuenta de que estaba mucho mejor.
Llegué, me puse el bañador, y me metí en el agua. Directamente.
El agua estaba fría pero, tras un par de brazadas, entré en calor. Era genial estar allí.
Era genial, sentir el agua fluyendo a mi alrededor, sentir su frescura. Sentirme libre y, en gran medida, sentirme libre de dolor.
Pasé un gran día. Me bañé varias veces y a punto estuve de quedarme dormido al sol tumbado sobre el suelo. Lo hubiera hecho, pero Luqui requería de mi atención. Y menos mal, porque si no estaría hoy churruscado.
Todavía me queda mucho trabajo. Ni siquiera puedo sentir todavía todo mi cuerpo, y ni siquiera siento la forma de mi cuerpo cerrada, si es que eso tiene sentido. Todavía hay algún vacío en mí hecho de carne entumecida, pero los avances son enormes y en ello me regocijo y doy gracias por esta nueva oportunidad de disfrutar de la vida.
Iba a escribir hoy sobre bases de datos no-SQL, pero esto tenía mucho más sentido.
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