Comemos. Friego los cacharros. Doblo la ropa que ya está seca. Tiendo la siguiente colada. Luqui entra en el fular. Podría dormirse o podría no hacerlo. Podría escribir esta columna del tirón o podría tener que abortar en unos minutos. Es la columna de Schrödinger. Y luego dicen que el mundo macroscópico no se rige por las reglas de la física cuántica. ¡Y tanto!
Mencionar que las tortillas de patatas me salen cada vez mejor.
En los últimos dos años habré hecho más de cien. A la fuerza ahorcan y, con la práctica, se mejora en cualquier cosa. También haciendo tortillas de patatas. Sé hacerlas hasta de diferentes maneras.
Pero ya vale de presumir.
Decía Ed que el trabajo de cuidar de la flota de coches de la empresa de alquiler era mío. Bueno, mi inconsciente disiente. Qué bien rima eso.
Rellené el formulario con las preguntas acerca del carné y tal. Lo envié. Creía que se había terminado ya el proceso. Caray, qué cómodo. ¡Así da gusto!
Al cabo de un rato me llegó un email:
“Venga, que ya casi ha terminado. Quince minutitos más y ya está listo. Un pequeño esfuerzo y habrá alcanzado su trabajo soñado”.
Me sentí estafado. Para colmo, me puse a rellenar el nuevo formulario ampliado y muchas de las preguntas se repetían. Me enfadé. ¿Quién había diseñado este proceso?
Respondí rápido y a desgana. Me interesa el trabajo si puedo solicitarlo en cinco minutos. Si me va a llevar media hora y tengo que meter mi currículum en campos de un formulario, entonces me interesa mucho menos. De mala gana, lo terminé y lo envié.
Por la tarde me llegó un email de una mujer:
A la pregunta “¿Le ha retirado el carné en los cinco últimos años por consumo de alcohol o drogas?” ha respondido usted que sí. Ist das korrekt?
No, claro que no es correcto. Y si no es korrekt es falsch (aprovechemos aquí para que Manuel aprenda más alemán). De modo que le respondí en ese sentido apresurada y apuradamente. Ay, qué vergüenza.
Por lo que estoy oyendo, me da que el Luqui no duerme siesta hoy.
Esta mañana, a comprarle al chiquillo sus primeros zapatos. Lloviendo entre agua y nieve, con un viento fuerte. Con los huesos todavía un poco más en su sitio y con una extraña mala leche que estoy aprendiendo a reconocer, como si llevara los calzoncillos cruelmente metidos en la raja del culo. Incómodo hasta casi el dolor pero difícil de distinguir. No, la verdad es que el paralelismo me ha quedado entre hortera y equivocado, pero tal vez os hagáis una idea.
Luego me dejo a Daniela y a Lucas aparcados esperando en el coche y me sumerjo a tumba abierta en el DM.
En mi recuperación, estoy llegando a ese punto en el que voy a 5.000 rpm, haciendo un símil motorístico, pero por lo menos puedo cerrar el embrague.
En los últimos años he ido a 16.000 rpm y chafando huevos. Esto se consigue haciendo patinar el embrague continuamente. Salía humo. Es un horror, pero ¿cómo disipar tanta energía? ¿Cómo ir por carreteras de todo tipo en un F1 pisando el acelerador a fondo? Últimamente tengo momentos en los que consigo transmitir hacia afuera, fluidamente, todo lo que me sale de dentro. Es un alivio descomunal, y me ves haciendo cosas a toda velocidad. Tan rápido como puedo.
Tan rápido como pude hice la compra en el DM: Bolsas de basura, potitos de fruta, cepillos de dientes, pañales, toallitas húmedas… Como Jason Bourne comprando en la droguería. Metí las cosas más rápido en la mochila que el cajero las pasó por el lector. Salgo casi corriendo por la puerta.
Daniela me recibe a gritos. ¿Pero qué pasa?
Resulta que he comprado una marca equivocada de pañales. Esta es la más cara. No sabe si Luqui los aceptará, como si fuera un riñón de un donante. Y qué decir de las toallitas húmedas. Por ese precio compro cuatro de las otras.
Normalmente me lo hubiera tragado todo, así que ha sido bastante agradable decidir: “No, no tengo que aguantar esto ahora”. Discusión airada conduciendo de vuelta a casa, medio en alemán medio en español, que es como me desquito a gusto. Tengo mucho que mejorar, pero necesito practicar enfadarme.
Ayer escribí la redacción que me pidió Gonzalo acerca de mi parte oscura. Joder, vaya tela.
¿Alguna vez te has preguntado por qué el mundo va como va? Yo sí. Y ayer, escribiendo lo que escribí, me quedó mucho más claro el porqué. Menudo hijodeputa retorcido tengo dentro.
¿Cómo amarlo?
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