Pala, tierra, piedras.

Desde que nos instalaron el Internet, cada mañana, a las nueve en punto, el router deja de funcionar. Los aparatos no reciben IP. Hay que bajar al sótano y resetear el router. Cuando se vuelve a levantar, vuelve todo a funcionar. Se está convirtiendo en una interesante práctica diaria más.

He leído que Vodafone está haciendo tareas de mantenimiento. Tal vez sea eso. Le doy una semana más antes de volver a llamar al servicio técnico.

Este fin de semana he estado haciendo algo extraordinario: trabajo físico extenuante.

Soy una persona más de estar sentada delante de un ordenador. Estudié ingeniería industrial. Todos los trabajos que llevé a cabo más tarde, salvo el de conducir BMWs, iban fundamentalmente de mover neuronas. Puedo manejar el ratón con soltura y mis dedos están fuertes de picar teclas. Ahora, el sábado, cuando en el jardín mi suegro me dio una pala… Joder, cómo pesaba el trasto.

La tarea era, básicamente, plantar un seto a lo largo de la valla. Yo creía que los setos se vendían hechos ya.

Habían comprado varias docenas de macetas de laureles incipientes.

—Por aquí, a lo largo de la valla —dijo mi suegro con su peculiar acento levantando el dedo enguantado en dirección hacia los contenedores de basura al final del vallado—, haces un agujero cada poco y metes una planta.

—A la orden.

Había como quince o veinte metros de valla.

Estaba soleado. Hacía frío pero el sol brillaba, y al menos estaba fuera, respiraba aire puro y no tenía que estar entreteniendo al Luqui.

La tierra resultó estar llena de piedras. Cada agujero me costó unos veinte minutos, apenas un pequeño hoyo de unos 30cm cúbicos en el que introducir después la planta.

Agujero, palada de tierra buena, poner planta, nueva paletada de tierra buena, poner tierra mala encima. Nuevo agujero.

Pasé gran parte del sábado y del domingo haciendo agujeros con una enorme pala que pesaba un quintal. Saqué piedras del suelo de todos los tamaños. Hasta grandes clavos oxidados.

—Eso se hacía antes para añadir metales al suelo. Lo nutre —me decía mi suegra.

—Pero eso es peligroso.

—Bueno, pero no mortal.

No, mortal no. Voy pillando la actitud por estos bávaros lares.

El sábado por la noche, cuando al final del día me di una ducha, me supo a gloria.

El domingo, aprovechando el buen tiempo, volví a salir de nuevo al sol del jardín y cogí la pala. Me dolía todo menos de lo que había previsto. Apenas tenía agujetas salvo en los glúteos. Me puse a cavar. Cinco minutos después, creía que tendría que dejarlo.

Pero diez minutos más tarde, tal vez me había calentado, las fuerzas volvieron a mí. Estuve varias horas más haciendo agujeros, transportando enormes paladas de tierra del saco, repartiéndola a lo largo de los agujeros.

Encontré la actividad gratificante; absurdamente gratificante. Resultaba más gratificante de lo que hubiera pensado, mucho más. Tal vez fuera el aire libre, el sol, el menear la pesada pala, el contacto con la tierra… Me sentí un hombre, la leche de salvaje, como si estuviera en el Yukón de Alaska haciéndo yo qué sé, luchando por mi propia supervivencia.

Esta mañana terminé el seto. Añadí el resto de la tierra sobrante.

—La coges del fondo y haces como un montoncito así —me ilustraba mi suegro—. Así proteges a la planta de las heladas.

No sé. Acostumbrado a mover unos y ceros, mover palas y rastrillos y tierra me sentó fenomenal. Me hacía falta.

Para terminar, mencionar que el Luqui lleva una semana pachucho con lo que llaman un RS-Virus, un virus que circula por aquí entre la chiquillada. Yo también lo he pillado, la de veces que me ha tosido en la cara, y llevo ya tres o cuatro días con la garganta rascando y algo febril. Mañana tenía dentista para continuar con el tratamiento y esta mañana he llamado para abortar.

—Cuando esté mejor, se hace un covid-test y nos llama y hacemos otra cita.

—Ok.

Qué chulo ha quedado el seto, madre mía. ¡Qué satisfacción!

Ahora, a verlo crecer.

Comentarios

4 respuestas a «Pala, tierra, piedras.»

  1. Avatar de Adrián
    Adrián

    ¡Pero pon una foto del seto, coñe! 😛

  2. Avatar de Manuel
    Manuel

    Siempre es divertido ensuciarse las manos y sentirse realizado con lo conseguido. Lo complicado es cuando pasa de ser un hobby a una obligación

    1. Avatar de Javier

      Hombre, ya puestos decir que lo magistral es convertir la obligación en un hobby, y así cerramos el círculo.

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