Otro sapo superado

Esta mañana he tenido la cita con el dentista, la dentista en este caso, que se me está pegando eso del lenguaje inclusivo que a veces me parece más exclusivo que inclusivo. En fin, ¿cómo ilustro la manera en la que he salido de allí?

Salgo de allí y camino hasta la parada del autobús. En llegando, me pongo la mascarilla. Me ubico de pie junto a la pared. Llega el autobús.

Me acerco hasta la puerta esperando que se abra. La puerta no se abre. Me pregunto si hay que hacer algo especial para abrir la puerta y veo un botón con el dibujo de una mano junto a la puerta. Tal vez haya que pulsarlo. Pulso el botón. La puerta no se abre. El autobús se marcha.

Me doy la vuelta y camino de regreso hasta la pared. Miro el panel electrónico. Bueno, al menos el siguiente llega en cuatro minutos.

Hora y media, un partido de fútbol, ha durado la sesión de dentista de hoy. No lo he preguntado, pero, a juzgar por lo que hemos avanzado hoy, ha sido la primera de cuatro. No ha dolido, pero igualmente, menuda tortura.

Es como la película de Aliens, que pasa casi una hora hasta que se ve el primer alien pero estás cagado desde el minuto cero. Terror psicológico. Y es interesante, porque estoy aprendiendo a distinguir el terror psicológico del terror normal. Ojalá que esto tenga algún sentido.

En los primeros compases he optado por auto-inducirme un trance y en menos de un minuto ya estaba cerrando los ojos. A partir de ahí, con los ojos cerrados, ha sido fácil: si veía dientes, escalpelos o cualquier cosa relacionada con una boca, lo estaba imaginando.

Mi mente es muy cuca: hace las imágenes superrealistas y las pone a la altura de la boca, así que parece que es eso lo que me está ocurriendo pero no: me lo estoy imaginando. La realidad aumentada no es nada nuevo. Ya tenemos la tecnología necesaria. Desde hace tiempo. Ahora, ¿cómo usarla para crear bienestar en lugar de terror?

En fin. Hora y media. Anestesia, escalpelo, torno, yo qué sé y, finalmente, puntos. Y no he notado nada, la boca cómodamente acorchada. Es impresionante. Lo que tiene mérito es hacer esto sin anestesia. Desde aquí mi agradecimiento a quien inventara la anestesia.

—¿Podré tomarme una cerveza esta noche?

—Sí.

Buf, menos mal.

—Cuando llegues a casa te tomas un ibuprofeno. A las cuatro horas otro. A partir de ahí, según te haga falta.

Nach Bedarf, que dicen aquí.

Después de hora y media profundizando en un trance y con el shock del asunto, he salido de allí que no sabía ni quién era ni de dónde venía ni adónde iba. He llegado a casa y me he puesto a llorar. Me da vergüenza contarlo aquí, pero sea.

No se trata de la sesión de hoy, que también, sino de la tensión emocional de años y del Big Crunch, de cómo me hice esto porque no tenía otro recurso para salir adelante en la situación en la que estaba y hoy tengo que pasar por esto otro para cuidar de mí de la mejor manera posible.

Horas más tarde, me animo a comer algo. Tras la comida, me animo a mirarme en el espejo. La encía amoratada e inflamada parece un personaje de Tim Burton. Madre mía.

Por lo menos esta noche podré dormir más tranquilo sabiendo que la primera de estas citas, la peor de todas por ello, ya está detrás de mí. Otro sapo a mis espaldas, y menudo. El viernes que viene de vuelta al dentista a quitarme los puntos. Hasta entonces, a tratarme con mucho cuidado y cariño.

Comentarios

2 respuestas a «Otro sapo superado»

  1. Avatar de Ed
    Ed

    Olé!, mi enhorabuena por haber superado el trance con un trance 😉
    Me quedo con la duda de como se abren las puertas de los autobuses en Alemania ¿no las abre el conductor si hay alguien esperando?

    1. Avatar de Javier

      Gracias, Ed 🙂
      Pues al parecer hay que apretar el botón. No sé por qué no las abre el conductor si hay alguien esperando. En este caso se trataba de uno de esos autobuses que llevan como un segundo “vagón” del que tiran, así que, tal vez, al quedar tan lejos del conductor… aunque llevan cámaras por todas partes. En fin, en cualquier caso, la próxima vez corriendo a aporrear el botón 🙂

Deja una respuesta