Misiones varias

Un mosquito menos. Qué pequeños y qué cabrones son. Con esta breve y sincera entrada comienza la columna de hoy. Vamos con ella.

Es la una y media y apenas he parado en lo que va de mañana. Hemos pasado de ser tres en casa de mi padre a ser cinco, con la reciente incorporación de mi hermana y su hijo, mi sobrino. Mi tío ha tenido que salir de la habitación de mi hermana y yo he tenido que salir de la mesa del paellero a esta otra mesa, pues la primera está llena de cosas. En fin, adaptarse para sobrevivir. También viene bien para prosperar.

Doy un sorbo a la cerveza de trigo. Estoy de vacaciones y hace calor, casi treinta y tres grados. Es duro escribir las páginas matutinas en estas condiciones, especialmente estando de vacaciones y con la familia por aquí, pero por eso lo llamo un reto. Escribir a diario a lo largo de agosto, con tantos lectores de vacaciones y lejos de la columna, se siente un poco en vano, así que gracias a quienes leéis esto cada día. En estas semanas es cuando el reto se pone especialmente difícil, y por eso es cuando le doy más duro. Quedan setecientas cincuenta palabras para hoy. Vamos con ellas.

Esta mañana expedición al Decathlon para comprarme unas zapatillas para salir a correr.

Las últimas las compré en 2006 y me han durado hasta ahora. Los más puristas del «running» se llevarán las manos a la cabeza, pero a mí me da igual.

Me costaron antaño más de 150 euros. En la tienda me hicieron un estudio acerca de la pisada durante la carrera. Me grabaron corriendo sobre una cinta y me dijeron si era pronador o supinador. Ya lo he olvidado. Pero las zapatillas salieron muy bien y con ellas hice cientos si no miles de kilómetros en los últimos catorce años. Las pobres están ya un poco hechas polvo y, si voy a seguir saliendo a correr, necesito algo nuevo.

Después de mirar un poco me he decidido por el modelo recomendado por Decathlon. Cuestan entre 35 y 40 euros y tienen buen aspecto. Parecen y se sienten ligeras y espero que salgan buenas. Ha sido una buena relación calidad/precio; lo que en alemán llaman «günstig». Siempre me impresionó que tuvieran una palabra para eso.

Luego hemos ido a «Todojuguete». Mi sobrino tenía algo de dinero que recaudó de su familia francesa y quería hacer una compra con el mismo. Al final se ha decidido por un dinosaurio que, para nuestro deleite, ruge como si estuviera vivo. Le voy a preguntar cómo se llama.

Criolofosaurius.

Del mundo jurásico ™.

Dice que lo compró porque le encanta. Interrogado acerca del por qué, señala la cresta.

—Es como un Tirrex (T-Rex) con manos grandes y con una cresta.

Me pregunta qué hago. Le explico que tengo una página en Internet y que cada día publico una historia. Dice que me puede contar un montón de cosas de dinosaurios, que sabe mucho.

Me sugiere que le haga una foto para ilustrar la historia. Buena idea. Vamos con ello.

Listo.

El Perrysaurius de mi sobrino
Fuente, you know.

Además de esto, quería contar que sigo avanzando en el proceso de arrancar la moto.

Hoy he ido a la gasolinera y he comprado un depósito homologado de cinco litros y me lo han llenado. Así ya tengo gasolina para llenar el depósito, que lo haré esta tarde. Me queda la parte de averiguar cómo conectar las pinzas del Modus a la batería de la moto, que me suelo hacer un lío con qué polo va con qué polo. Con un poco de suerte encuentro un buen vídeo en Internet que me ilumine y esta misma tarde puedo arrancar la moto. ¿Qué necesita la batería para cargarse?

Hoy, además del reto de las mil palabras, tengo el reto de la paciencia, pues mi sobrino, en pelotas y con un dinosaurio de plástico entre las manos, se ha sentado junto a mí y no para, ruge que te ruge.

Mi padre me dice que ha terminado de leer la columna de hoy y le ha dado un aplauso. Dice que ya hay dos. Mi tío da un tercero. Son mis fans másincondicionales. Gracias.

Y con esto llevo tres cuartos de la columna de hoy.

Los casos de Covid están subiendo también en Alemania, con una cifra récord ayer de 1.700 nuevos contagios, en la línea de la primera ola. De aquí nada España califica a Alemania como zona de riesgo.

Mi amigo Fernando, anteriormente conocido como Gorrino, se bajó hace poco a Aragón, epicentro zombie, con la familia. El primer test a la vuelta les ha dado a los cuatro como negativos. Lo que más me impresiona no es eso, sino el hecho de que se han cepillado el trayecto del tirón, turnándose entre su mujer y él en dieciocho horas al volante, con los niños mesmerizados con dibujos animados en los asientos traseros. Lo que yo digo: nada que no se arregle con un buen trance.

Mi sobrino aparece a la vuelta de la esquina con un dinosaurio rugiente en la mano. Corre desnudo como un angelito de Rubens, blanquecino como la nieve.

Una de las cosas que más admiro de mi sobrino es lo suave que está. Es una pasada. Es como si en vez de piel tuviera un traje de neopreno untado en aceite. Me da gusto acariciarle, y también me da gusto pellizcarle el culete. Parezco una abuela de pueblo.

Y bueno, con esto está prácticamente liquidada la cosa de hoy. Me pregunto cómo haré para escribir una columna doble algún día entre hoy y que me vaya. Este reto está resultando verdaderamente retador.

Veinticinco palabras y la cosa estará lista. Viente. Diecisiete. Dieciséis. Así terminaba a menudo hace unos años las páginas matutinas. Cinco palabras más y listo.

Listo.

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