Más lágrimas

La verdad es que se me hace un poco incómodo escribir este título, más lágrimas. Me siento un poco mal por llorar tanto. Esa es la verdad. Pero menuda estupidez. Qué bien que me dé cuenta.

Son las nueve y media de la mañana. Me fui a dormir a las nueve y media de la noche y me costó algo conciliar el sueño. A las siete, en pie con la alarma. Sesión de yoga de cuarenta minutos, desayuno, ducha y a recibir la llamada del representante del INEM alemán a las nueve. La ficha con los datos para la llamada, abierta frente a mí en el ordenador. Liquidado ese sapo, a escribir la columna.

No sabía que no hacía falta que estuviera dado de alta en el INEM alemán.

—¿Qué espera de nosotros? —me preguntaba el hombre.

—Yo sólo quiero hacer las cosas ordenadamente. Adecuadamente.

Quedé en que me daba de baja del INEM en Múnich y, a la vuelta del verano, tras la mudanza, me daba de alta. Creía que era obligatorio, así que aquí estoy, cumpliendo.

Le digo que busco algo a media jornada, que tengo un bebé de diez meses y mi mujer trabaja a tiempo parcial, así que queremos ocuparnos juntos del cuidado del bebé. Me dice que me va a enviar un formulario que tiene que firmar mi mujer y, eventualmente, la abuela del bebé, que certifique que puedo disponer de media jornada para trabajar. Llamativo. Ok.

Y ayer a llorar otra vez. Sabía que tenía más lágrimas, pero me preguntaba si saldrían ese mismo día, de la misma manera en que me pregunto si volveré a llorar hoy. Es asombrosa la cantidad de tristeza que, como humanos, podemos acumular.

La principal motivación para volver a Valencia diez días era ayudar a mi hermana a vaciar la casa. De hecho, vaciar la casa se había convertido en mi objetivo. Dejarla vacía para que mi hermana pudiera pintar y hacer los últimos retoques antes de alquilarla. Básicamente, se trata de sacar de allí todos los muebles y los más de mil libros. Es una tarea titánica. Hay cosas por todas partes, cosas de las que resulta doloroso desprenderse. Entrar en aquel lugar y pensar en vaciarlo todo… se me revuelven las tripas.

Pero hay que hacerlo.

Ayer vino mi primo Alberto. Su madre se llevará algunas cosas. Estuvimos hablando acerca de cómo organizar el asunto. La casa tiene que estar vacía antes de que me vaya.

Básicamente, me vino a decir que no me preocupara, que, si hacía falta, él venía y se ocupaba de vaciar la casa. Me sentí reconfortado y apoyado desde lo más profundo de mí.

—Se me están saltando las lágrimas —le dije—. Si ves que me echo a llorar es por lo generoso de tu oferta.

Y me puse a llorar. Vaya si me puse a llorar.

Me di cuenta de la enorme presión que me había puesto encima.

Pero mi hermana también tiene una gran presión. Yo estoy en Alemania y, lo que no saquemos adelante en esta semana que queda, ella tendrá que apechugar con ello. Le quiero aligerar la carga todo lo que pueda.

Encontramos una caja para meter el globo terráqueo del National Geographic. Pasamos la sobremesa paseando por las calles, abriendo contenedores azules y removiendo su interior con los paraguas a la búsqueda de un cartón apropiado. Vendí el globo por veinte euros.

—¿Es tu mejor precio? —me preguntó la mujer.

¿Cómo explicárselo?

“Me he venido de Alemania diez días para ayudar a mi hermana a vaciar la casa de mi padre, que murió hace un año. Tengo por delante una montaña de cosas por hacer y me pregunto si tiene siquiera sentido que esté haciendo esto ahora”.

—Perdona —me escribió de vuelta.

Y a veces me pregunto qué coño hago vendiendo cosas por Wallapop, sinceramente.

¿Y cuánto mide?

¿Cuántos años tiene?

¿Haces envíos?

¿Cómo tengo siquiera las tripas para ponerme a responder preguntas y buscar cajas de cartón y hacer envíos por Correos por apenas unas decenas de euros?

De alguna manera las tengo.

Ayer me volví a aliviar. Y todavía me queda trabajo por delante.

Seguimos.

Comentarios

2 respuestas a «Más lágrimas»

  1. Avatar de Manuel
    Manuel

    Leyéndote recordé algo que leí este verano : “…había cometido el error de esperar algo y como castigo recibí solamente el desengaño. Lloré amargamente…”

    A veces pasa, un gesto, una palabra o un silencio nos hace darnos cuentas de nuestra fragilidad, a veces vivir en automática nos hace pensar que podemos aguantar con todo.

    Mucho ánimo

    1. Avatar de Javier

      Sí, es tan fácil engañarnos…

      ¡Gracias!

      Un abrazo, Manuel.

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