Me levanto a las siete. Ocho y media: comienza el curso de orientación laboral. Quitando dos pausas fulgurantes para ir al baño y comer, termino a las dos del mediodía. Grabo, edito y subo el podcast. Me tomo diez minutos para inventar algo para cubrir las plantas en la terraza y me siento a escribir.
Diría que empieza a hacer frío, pero ya hace al menos una semana que hace un frío que pela. Ya hemos tenido incluso el día en el que la temperatura máxima queda por debajo de cero, lo que encuentro verdaderamente impresionante cada vez que ocurre.
Vengo de un lugar con arena, palmeras y playas. Allí no concebimos los días con temperaturas máximas por debajo de cero. Eso, simplemente, no tiene sentido para nosotros.
Pero existe. Se da. Aquí se da. Vaya si se da.
Argh. Hoy tengo uno de esos días raros. Tal vez me sienta demasiado bien. Tal vez sea eso todo lo que ocurre.
El curso fue bien. Me lo pasé bien. Aprendí algunas cosas de utilidad. Continué conociendo más a mis compañeros y me lo pasé bien. Ya tengo incluso contactos en Airbus.
Me pego la panzada de ordenador durante un montón de horas. Paso seis horas mirando la pantalla del ordenador, mirando las pequeñas ventanitas con caritas, escuchando lo que se dice en alemán. Cuando acabo, me pongo con el podcast. Luego, como ahora, me pongo a escribir. Y me doy cuenta de que algunas cosas están cambiando…
Empecé a escribir cuando me despidieron del trabajo.
Cuando el mundo, una vez más, se abrió bajo mis pies, allí estaba, una vez más, este blog para mí. Me puse a hacer lo que suelo hacer cuando las cosas se tambalean: escribo. Escribo y lo comparto. Porque lo podría escribir solamente para mí. Pero lo comparto.
Eso hace una diferencia. Una diferencia grande.
Quería desahogarme. Quería desahogarme y conectar.
Empecé escribiendo todos los días. Luego vino el reto de hacerlo durante tres meses. Lo conseguí. Después me permití escribir solamente de lunes a viernes. Empecé el podcast.
Me desahogué. Me desahogué y conecté. Lo conseguí. ¿Y ahora qué?
En todo este tiempo he dispuesto de todo el tiempo del mundo. Escribir y grabar el podcast dio soporte a una rutina que he venido aprovechando a lo largo de los meses. Cada mañana, al levantarme, tenía algo que hacer. Escribiendo y grabando el podcast llenaba tres o cuatro horas cada día, generalmente cada mañana.
Y desde que empecé el curso de orientación laboral, las cosas están cambiando.
En días como hoy, tengo algo que hacer. Aprendo, me integro en un grupo, hablo con la gente, practico mi alemán, conozco a las personas. Conecto.
Y es diferente.
Es diferente sentarme aquí, escribir y esperar a que alguien deje un comentario. Es diferente sentarme, grabar el podcast y esperar a que alguien deje un comentario.
En el grupo de orientación participo en los ejercicios y después, tras la comida, simplemente quedamos unos cuantos y nos entretenemos charrando. A veces va de trabajo y a veces va de sencillamente cualquier cosa. Y es muy gratificante.
No tengo que esperar a que nadie deje un comentario. Tengo mucho más que un comentario: hablo con la gente. Y se me da muy bien, y lo disfruto mucho, y a la gente le caigo bien y… todos los temores que albergué durante muchos años se están derritiendo y me pregunto: ¿Qué estoy haciendo? Las cosas están cambiando tan rápidamente que estoy descolocado.
Los últimos huesos me están entrando en el sitio. Los dolores son cada vez más pequeños, menos intensos. Cada vez estoy de mejor humor. Cada vez tengo más ganas de hacer cosas. Estar aquí sentado delante del ordenador escribiendo… ¡Podría estar hablando con alguien! Podría estar haciendo algo más útil.
¿A quién le aporta qué, que yo esté aquí sentado cada día, escribiendo estas entradas, juntando cientos de palabras?
¿Qué hago con esto? ¿Hacia adónde lo llevo?
A medida que voy ganando salud y bienestar, va dejando de tener sentido estar aquí sentado, escribiendo acerca de mí y de mis cosas. ¿Qué puedo hacer por quién? Las energías en mi interior, a medida que mi cuerpo se va enderezando, van fluyendo con más facilidad. Siento más ganas de hacer más cosas. ¿Estar aquí sentado escribiendo? ¿Para qué? ¿Para quién?
En mi horizonte se va formando la idea de un nuevo trabajo, de algo interesante, divertido, excitante, entretenido… Algo en lo que me puedo juntar con otras personas y trabajar en equipo y hacer algo que tenga valor útil y real. Frente a eso, mi oferta de servicios en una página colgando de un punto del menú cogiendo telarañas… Tal vez tenga un talento, pero… ¿a quién le importa? ¿Quién hace uso de él?
En fin.
Estoy aquí sentado, un poco sin saber bien lo que escribir, un poco con el compromiso de escribir un día, un mucho con algo que lleva ya un par de semanas surgiendo dentro de mí a medida que me sigo recuperando todavía más y empiezo a vislumbrar nuevas y antaño impensables opciones.
Ochocientas y pico palabras y va siendo hora de ir cerrando esto. ¿Cómo lo hago? ¿Cómo envuelvo todo esto en un celofán y le doy una forma con sentido? ¿Qué coño estoy siquiera escribiendo?
¿Es una de esas veces en las que simplemente estoy transmitiendo emociones? ¿Con qué se va a quedar la gente al final de esto? ¿Y a mí qué me importa?
Preguntas, preguntas, preguntas.
Y esa sensación… ¿He acabado? ¿No he acabado?
Y qué más da, Javier. Qué más da.
Hasta el lunes que viene.

Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.