Empezamos fuerte esta columna fuerte de la semana fuerte. Son las ocho y media de la mañana y aquí estoy una vez más, dando el callo; haciendo callos en los dedos de picar teclas. Estoy de tan buen humor que me voy a permitir incluso ese insulso juego de palabras. ¡Ja! Vamos con las novedades de hoy, que giran en torno a coronavirus y gusanos en la cocina.
Antes de eso mencionar que cada vez me veo menos por las mañanas. Por las mañanas y por las tardes. A mis cuarenta y cuatro años, intuyo que se trata de vista cansada. Es natural: me paso el día viendo y eso cansa.
Hace más de un mes largo que fui al oculista y me hizo una receta para unas gafas, pero entre viajes y cuarentenas he tenido la sucesión adecuada de excusas para ir posponiéndolo. Esta mañana, cuando he ido de nuevo a la página web donde consultar los resultados del coronatest y he tenido que meter el número… Joder, parecía mi abuela. Se impone pronto una visita al óptico.
Madre mía; no llevaba gafas desde principios de los noventa. Esto va a ser un cambio grande, sobre todo para la calidad de mi visión y la claridad en mi conciencia. Estoy listo para ver mejor.
Pero a lo que iba: esta mañana, hace un momento, acabo de consultar el resultado de mi segundo coronatest.
Negativo.
Negativo.
Negativo.
Negatiiiiiiivooooooooooooooo.
¡Olé!
Entonces, efectivamente y tal como sospechaba, los calores han sido originados por los movimientos de material cerca del núcleo del Big Crunch. Qué fuerrrrte.
En fin, negativo.
Pues ya está: termino la columna, grabo el podcast y me marcho a Augsburgo a pasar el día allí y a traerme a Daniela de vuelta, que ya era hora. Se acabaron los días de suelo y tele, pero los cambio por Daniela. Estoy cansado de comer pasta y cenar pan y queso. Eso tiene que ser por lo menos una coña micro-machista de esas, así que voy mejorando.
Y el último tema de hoy son los gusanos en el techo. Vamos con el asunto.
Hace unos días reparé en un pequeño gusano blanquecino de cabeza oscura (por Dios, que eso fuera la cabeza) en el techo de la cocina. Reptaba lentamente aferrado a la superficie desafiando valientemente la gravedad. Vaya, yo esas cosas las admiro; pero el caso es que me dio un asco grande, especialmente cuando me di cuenta de que había más.
¿De dónde salían? ¿Por qué salían?
Hace unos años esto era bastante extraordinario, pero hoy en día es común poner en un buscador:
“Gusanos en la cocina”
Y llegar a un foro en el que, con fotos y todo, se hace referencia al asunto.
La persona que había iniciado el hilo contaba que le habían aparecido unos gusanos en la cocina. A juzgar por la foto, eran primos-hermanos de los míos. Leí con atención.
Al parecer, el foco del asunto resultó ser un paquete de arroz. La persona no daba más detalles, pero decía que el espectáculo había sido un horror y que aquellas eran criaturas nauseabundas del inframundo. Yo pienso: “Bueno, alguien tiene que recoger la basura”.
Conozco el asunto solamente por las películas, pero me parecen gusanos de esos que salen de los cadáveres. En fin, muy desagradable. ¿Para qué más?
Así que, cuando abrí el armario de la cocina, esperaba encontrar un espectáculo dantesco. De las tres baldas… ¿por cuál empezar? Lógico, por la superior, la más inaccesible. Ahí podría encontrar incluso algún calcetín desparejado.
La inspección de la balda 1 me reveló una tableta de chocolate abierta que, de alguna manera, se había quedado perdida en este estante. Es altamente improbable que, tratándose de chocolate, esto haya sucedido; pero lo ha hecho. En el pliegue del envoltorio, un par de gusanos. Interesante, pero no concluyente.
Saqué todo lo de la balda, lo deposité en el banco de la cocina, fregué el estante con vinagre y lo repuse todo. Balda número 2.
Ahí había todavía más cosas. Las sospechas recayeron sobre un conejito de chocolate envuelto en papel de plata dorado. Al parecer se había hecho un agujero en el papel y un par de gusanos se estaban poniendo las botas. Extraje pacientemente el resto de cosas con resultado negativo. Interesante, pero no concluyente.
Repetí el proceso con la tercera y última balda del armario, donde había más cosas todavía. Limpié con vinagre y repuse. Resultado negativo. Interesante pero no concluyente.
Desde entonces, desgraciadamente, han venido apareciendo algunos gusanos más. He revisado todo lo que puede contener comida en la cocina con resultado negativo, así que espero que, simplemente, hubieran salido del chocolate, se hubieran hecho fuertes en algún lugar, tal vez tras el armario y, en los días sucesivos, hayan ido saliendo lentamente en oleadas. Es cierto que cada vez hay menos, sí sí sí, pero esta mañana, por ejemplo, he retirado uno más del techo con una técnica ya muy depurada.
¿Alguien más ha tenido gusanos de estos? Son monos y admirables, pero también muy asquerosos.

Es como el cuento del patito feo pero con gusanos en vez de patos.
Fuente: Boris Smokrovic desde Unsplash
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