El misterioso caso del robo en el cajero

Luqui entra en el fular. Podría dormirse o no. Si tuviera que apostar, diría que no.

Durmió después de comer, en el carrito, una hora, mientras dábamos un paseo por el bosque en el frío viento del este. Ahora está en ese estado en el que podría caer de cualquier lado, pero esos soniditos que hacen me suenan a que está demasiado despierto como para que se deje caer en los brazos de Morfeo.

En cualquier caso, vale la pena intentar una columna.

Ocurrió hace un par de meses.

Daniela y yo salimos a dar una vuelta y aprovechamos para pasar por el cajero. Primero lo hice yo. Saqué el dinero y salí al exterior quitándome la mascarilla. Entonces entró Daniela.

Yo empujé el carrito con el Luqui cuesta arriba, subiendo por esa calle por la que subía por primera vez. ¿Adónde llevaría?

Recorrí unos cien metros lentamente y después emprendí el camino de regreso. Daniela ya habría, seguramente, terminado su gestión.

Cuando regresamos salía por las puertas acristaladas quitándose la mascarilla. Guardó la tarjeta en la cartera y emprendimos camino a casa.

Un par de horas después, cuando intentaba dormir al Luqui en la cama, dio un respingo:

—¡El dinero! —dijo con un grito—. ¡Me lo he dejado en el cajero!

—¿Uh?

Me contó lo que había ocurrido, pero primero buscó el dinero en vano entre sus pertenencias, por si acaso.

Le había pedido 150 euros al cajero, había cogido la cartera y había salido de allí a la carrera.

Llamó al banco. Le explicaron que podía haber sucedido que el cajero se hubiera tragado el dinero de nuevo. Al parecer hay un mecanismo por el cual, al cabo de cosa de un minuto o dos, si el cliente no ha retirado la billetada, el cajero se traga el montante. Le preguntaron si había alguien detrás esperando.

Una mujer de mediana-alta edad.

Bueno. Si la mujer había cogido el dinero, entonces habría quedado retratada en el vídeo de la cámara de seguridad.

A mi me ocurre que puedo empatizar fácilmente con las diferentes partes. Supe lo que era ser Daniela en ese caso, pues yo mismo he olvidado dinero en un cajero, y más que ese, y me puse en el lugar del marrón en el que se estaba metiendo aquella mujer, viendo en mi mente la película del vídeo del cajero. Pobre mujer.

Sólo quedaba poner el caso en manos de la policía. Tuvimos que viajar al ¿pueblo? de al lado, de hecho caminamos, ahora que recuerdo, en un día frío y gris y ventoso de esos que por aquí son tan comunes en cuanto se acaba el verano.

Ahora a esperar.

Esperamos. Esperamos tanto como unos dos meses. Esperamos hasta hoy.

Daniela recibió una llamada de la Polizei.

En el vídeo había quedado la historia bastante clara. Habían denunciado a la mujer y, además de la multa que recibiría, quedaba por ponerse de acuerdo en cómo devolvería el dinero que había afanado. Menuda historia.

Así que contentos, aunque con esa tristeza en el corazón de haber asistido al miserable comportamiento de la pobre mujer.

Al margen de esto, que es la historia principal de hoy, contar que sigo saliendo lenta pero seguramente de la última crisis del Uncrunching, con mis vértebras lumbares recuperando su lugar natural y los hombros progresando en lo propio.

Y me queda el ejercicio de preguntarme hoy: ¿Cómo me siento?

Es un ejercicio interesante aunque desagradable. Hay poderosas razones por las que, en los últimos treinta años, me he sentido tan poco y tendiendo a nada. Sentir cómo me siento es doloroso, y es importante encontrar un equilibrio entre la cantidad de dolor que siento cada día y lo que tengo que hacer. Es por eso que, particularmente, en el proceso de recuperación, he aprendido a enfocarme en cómo me siento mejor hoy específicamente en comparación con cómo me sentía ayer. Eso es más satisfactorio, más constructivo y más motivador. A menudo a los terapeutas se les olvida que sus clientes hacen lo que hacen, muy específicamente, por poderosas razones. Hasta la última célula de una persona está ajustada a sus circunstancias por razones muy determinadas.

Pero bueno, me permito sentir lo que siento.

Dolor. Dolor especialmente en el hombro derecho. Tan retorcido que el dolor se propaga a través del codo por el antebrazo y llega hasta la muñeca. Como siempre digo, es mucho mejor que el entumecimiento, aunque también eso depende.

En la base de mi cuello, en el entumecimiento se pierde el dolor retorcido.

Más allá de ello, siento mucho mi abdomen, suave y calentito, menos retorcido que en los últimos días. Y sorprendentemente agradable es la cantidad de la parte alta de mi pecho que puedo sentir antes de que las sensaciones se conviertan en dolor que se precipita en ese vacío que me protege de una importante reserva de dolor que todavía estoy por sentir. Pero eso será en su momento.

Para terminar, dar las gracias a Julia y a Manuel por las aclaraciones matemáticas. Me equivoqué. Me refería a que la probabilidad era superior al 50% en un grupo de 30 personas. Tal vez haya acertado esta vez.

Dar las gracias a Julia por salir de su lurkedom, divertida palabra, para realizar la aclaración. Creo que desde antes del verano que no dejaba un comentario, así que me alegré de saber que sigue por aquí. La próxima vez que quiera invocar su presencia ya sé que tengo que realizar una afirmación estadística equivocada.

PD: Luqui no durmió.

Comentarios

4 respuestas a «El misterioso caso del robo en el cajero»

  1. Avatar de Ramón
    Ramón

    A mi mujer le pasó lo mismo, pero en su caso el cajero se tragó el dinero. Así descubrí el mecanismo por el cual los cajeros pueden expulsar o bien tragar 😉

    abrazo!

  2. Avatar de McGlor
    McGlor

    Así perdí 80 pavos, por ir distraído hablando con un colega. Llamé al banco y me dijeron que “así es la vida, amigo”, nada de CSI ni cámaras. Aprendí por las malas, vaya.

  3. Avatar de PrometoRegistrarmeUnDia
    PrometoRegistrarmeUnDia

    Me uno al me pasó una vez. No se me ocurrió llamar al banco, con lo de llamar me pasa un poco como a tí, pero desde la web del banco encontré un formulario para reclamar estos casos. Lo rellené como buenamente pude (en alemán) y me devolvieorn la pasta con un mensaje que decía algo así como: te la devolvemos pero vamos a comprobar el caso, así que igual te la quitamos otra vez más tarde. No volví a saber de ellos, pero tampoco me quitaron la pasta.

    1. Avatar de Javier

      Qué bien saber que a alguien más le pasa como a mí. La verdad es que me alivia, gracias.

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