Liquido tres pequeños sapos que tenía para hoy a primera hora del día y, ya con más tranquilidad, me siento de nuevo a escribir una nueva columna. No hace ni 24 horas de la anterior, pero es que quiero ir volviendo a construir la rutina de la columna mañanera, aunque pronto vengan las vacaciones y seguramente algo me tome. Hoy os contaré acerca del atasco de programación que mencionaba el otro día. Vamos con ello.
Decir primero que hoy ha salido nublado y fresquete, y cuando ha llegado la hora de darme la ducha me he dado cuenta de que no me apetecía nada. Pero nada, adentro. Y eso me ha hecho reflexionar acerca del desarrollo personal y de la primera impresión del chapuzón.
Gran parte de lo que vengo haciendo en los últimos años se podría encuadrar dentro del desarrollo personal. Se trata de crecer, de estar mejor, de superar las propias limitaciones, de llegar más lejos. Y a menudo nos quedamos más cerca por no enfrentarnos al chapuzón, a esa primera impresión de la ducha fría, a esa sensación inicial intensamente desagradable. Es como si lo que quisiéramos conseguir estuviera al otro lado del río y, para evitar pasar el mal trago de adentrarnos en sus aguas heladas, pasáramos años en un lugar desagradable. Así, parece una gran inversión aprender a enfrentarse a sensaciones intensas desagradables que, del otro lado, guardan pingües beneficios. Las duchas frías de estos días me están enseñando esto. Los baños en el lago me enseñan que no es para tanto: lo peor es la primera impresión. Después, algunas brazadas y ya entramos en calor.
Además, las duchas frías me están haciendo sentir salvaje. Como más conectado con esa parte profunda de mí.
En la casa del bosque de mis suegros no hay ducha. Hay retrete pero no hay ducha, así que, si queremos ducharnos, tenemos que recurrir a una ducha que hay en el jardín que bebe de una manguera. Y en la casa del bosque hace frío. El año pasado estuvimos un par de días a finales de mayo y tuvimos que poner la chimenea. Así que, estos días, cuando me meto bajo la ducha, me siento en la casa del bosque. Me entran ganas de ponerme a aullar.
Pero ya cambiando de tercio, quería contar cómo me atasqué el otro día. Empecemos con un ejemplo.
Cuando uno se quiere hacer una idea de cómo funciona un lenguaje de programación, a menudo se recurre al “Hola Mundo”. El “Hola Mundo” de un lenguaje de programación es el código que hay que escribir para poder imprimir la cadena de texto “Hola mundo” en pantalla.
Por ejemplo, en Python esto es:
print('Hola mundo')
En Flutter, la cosa va así:
import 'package:flutter/material.dart';
void main() => runApp(MyApp());
class MyApp extends StatelessWidget {
@override
Widget build(BuildContext context) {
return MaterialApp(
title: 'Welcome to Flutter',
home: Scaffold(
appBar: AppBar(
title: const Text('Welcome to Flutter'),
),
body: const Center(
child: Text('Hello World'),
),
),
);
}
}
Eso te puede dar una idea del berenjenal en el que me estoy metiendo. Todo eso para imprimir la cadena “Hola mundo” usando Flutter.
En realidad eso hace algo más, pues también crea una barra en la parte superior de la pantalla que contiene el texto “Bienvenido a Flutter” (en inglés), pero… para que os hagáis una idea.
Primero importa la biblioteca para crear apps con Material Design, la guía de diseño de Google, luego crea una clase que hereda de un widget sin estado, luego crea un constructor que devuelve un widget tipo Material App que contiene su título, su barra de estado que contiene un widget de texto, su cuerpo que contiene un widget de centrado dentro del que hay un widget de texto. Finalmente, cerramos media docena de paréntesis y hemos termina. A su lado, Java es una hermanita de la caridad.
Podríamos desmenuzarlo hasta hacerlo muy sencillo, pero lo que quiero decir es que Flutter es un framework complejo usando un lenguaje de programación relativamente complejo, y yo estoy aprendiendo un poco a la torera.
En fin, todo esto para hablar del estado de flujo.
Un concepto interesante dentro del campo del desarrollo personal es el llamado “estado de flujo”. Es ese estado en el que estamos metidos en alguna actividad y la estamos realizando con placer y las horas pasan volando. Todo fluye, y de ahí el nombre.
Esta idea fue estudiada por un psicólogo llamado Mihály Csíkszentmihályi en el año 1975 y, desde entonces, se ha ido popularizando.
La gracia de esta noción es que nos permite darnos cuenta de cuáles son los factores principales involucrados en este estado y aprender a entrar en él con asiduidad, pues es un estado muy agradable en el que se aprende mucho rápidamente a la vez que se disfruta, en contraposición al estado de frustración en el que entré el otro día.
La clave de este estado es el equilibrio entre dos factores:
- La dificultad de la tarea que estamos realizando
- La habilidad de la que disponemos para realizar la tarea
En el punto en el que la dificultad es igual o ligeramente superior a la habilidad, entonces entramos en el estado de flujo. Realizar la tarea supone un reto, pero supone un reto asequible. Ese es el punto.
El otro día me enfrentaba a la tarea de mostrar los elementos de la base de datos en forma de lista. Eso ya es un reto para mí, pues es la primera vez que lo hago en Flutter, y ya habéis visto cómo se las gasta el framework. Pues, además de eso, me metí en una segunda camisa de once varas: conseguir que la lista se actualizara con cada nueva entrada en la base de datos. Digamos en tiempo real.
En vez de enfrentarme a una cosa que no sabía, me enfrenté a dos. De pronto me encontré en terreno embarrado y pronto dejé de hacer pie. El resultado: frustración.
Así que hoy voy a descomponer el reto en, al menos, dos tareas pequeñas y más asequibles, para hacer primero una y luego la otra, y con ello poder fluir y disfrutar del proceso.
Hoy no hemos visto uno sino dos conceptos de desarrollo personal: el chapuzón de impresión (toma márketing) y el estado de flujo. ¿Cómo podemos aplicar estos conceptos para disfrutar más de nuestras vidas y llegar más lejos?
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