El Bobbycar

Ayer pasé un día de rayos. Moviéndose todavía un poco más mis hombros y la parte superior de mi columna vertebral, se me descolocó la parte inferior de la misma. Estuve todo el día con dolorosos latigazos en las lumbares y el abdomen. Para colmo, Luqui está empezando a hacerse las calles.

Desayunamos y se fue contra la puerta de cristal del comedor. Intentaba como atravesarla. Luego se fue a la puerta principal y la señaló. Finalmente, fue hasta donde guardamos su traje de salir afuera y estiró de él mientras decía “¡Uh, uh!”. Por entonces se nos hizo claro que quería salir a la calle.

Con mis dolores lumbares, Daniela se ofreció a salir con él. Estuvieron paseando un rato mientras recogía la cocina. Después, Daniela apareció por la puerta de la terraza pidiendo el relevo. Me puse el plumífero y las botas, salí afuera y cogí Luqui de las manitas.

Hacía sol y frío. Caminamos por el jardín hasta alcanzar la puerta delantera. Salimos a la calle y caminamos hasta los coches.

Faro. Rueda. Neumático. Alcantarilla. Alcantarilla. Buzón. Jardín. Caminamos hasta la puerta de atrás del jardín.

Lucas se quedó allí, junto a la puerta. Pensaba que se soltaría de mis manos y se apoyaría en la cancela para observar, pero permaneció allí de pie, pacientemente, sin decir ni hacer nada. Entonces me di cuenta de que quería salir.

Abrí la puerta y salimos, y entonces salimos por la otra puerta, donde nos encontramos al vecino. Luqui caminó hasta el coche y se quedó allí de pie, en silencio, lo que me obligó a iniciar una conversación con el vecino. Me encanta ese tipo. Me encanta su mujer también, y tienen un niño diez meses mayor que Luqui. Diez meses ahora es mucho tiempo, pero cada vez menos. Puede ser el inicio de una bonita amistad.

Caminamos calle abajo y giramos a la izquierda, y observamos los coches hasta que mi espalda dijo basta. Regresamos y nos encontramos con la vecina de atrás. Finalmente, pareció que Luqui estaba dispuesto a regresar a casa. Tal vez tenía hambre.

Daniela vino con su aplicación del covid. Tenía ya el resultado del test: negativo. Yeah. Abrí la mía: negativo. Alegría, pero… ¿cómo podíamos haber dado negativo con la ración de suegros que nos habíamos dado últimamente?

El resultado del test de Luqui tardó un poco más, pero también negativo. Sorprendente.

Esta mañana me he levantado mucho mejor de la espalda, pero, por precaución, he renunciado a salir a correr y en su lugar he practicado una nueva sesión de yoga. Por los berridos de Luqui, pensaba que tendría que abortar, pero he podido llevarla hasta el final. Después he empezado a meditar. Por los berridos de Luqui pensaba que tendría que abortar, pero he podido meditar una media hora. En estos momentos tecleo alegremente sin novedad.

Daniela subió del sótano un cochecito de mi cuñada alemana. Un Bobbycar, lo llaman. Tiene cuatro ruedecitas y un volante con un claxon. Lo sacamos a la terraza, subimos al Luqui y le dimos un par de vueltas. Estaba encantado. Aquí, al cochecito este, lo llaman Bobbycar.

—¿No tenías un Bobbycar cuando eras pequeño? —me preguntaba mi suegro tomando el café.

— ¿Un Bobbycat?

—Sí, aquí todos los niños tienen uno.

Me llevó un poco más enterarme de que no era Bobbycat sino Bobbycar, pero así suelen ser las cosas con mi suegro. Me sigue gustando más el nombre de Bobbycat.

Más tarde llamó de nuevo mi cuñada. Resulta que el Bobbycar es para interiores, que los suegros tienen uno que es para exteriores. Así que lo metimos en casa. Luqui descubrió que podía empujarlo como empuja el camión de plástico con las formas de colores.

A última hora de la tarde, somnoliento, con baja tolerancia a la frustración, empujando un cochecito más grande que él… tuve que intervenir rápidamente para evitar que empezara a patalear varias veces por minuto. Doblando el espinazo, guié el Bobbycar desde la cocina, a través del pasillo, hasta mi habitación. Luego vuelta. Luego otra vez. Y otra. Y otra. Y otra…

Hicimos kilómetros y kilómetros. Luqui empujando ufano con su técnica de gateo cangregil y yo doblando la espalda y moviendo el volante esquivando sillas y marcos de puerta y armarios. Cuando dije basta, Luqui no fue muy comprensivo.

Ayer me dejó SinnerBOFH un mensaje por Twitter. Eso me alegró mucho.

Empecé a tuitear hace un par de semanas pidiendo recomendaciones para los auriculares bluetooth. Me sorprendió gratamente la cantidad de consejo que recibí. ¡Gracias!

Piénsalo. Un montón de personas se tomaron un momento para leer lo que había escrito y entonces se tomaron otro momento para escribir de vuelta con un consejo. Eso es muy amable.

Antes pensaba que tenía que escribir algo gracioso o divertido o agudo o algo así. Caray, qué tensión cada vez que quería publicarlo. Ahora simplemente escribo lo primero que me viene a la mente. Y me está gustando el formato de Twitter, así, muy ligero.

El caso es que SinnerBOFH me dijo que estaba escuchando mi podcast.

Caray, el podcast. Hace más de un año que lo dejé. Cuando nació Luqui. Fue uno de los primeros sacrificios.

Me daba mucha vergüenza publicarlo, la verdad. ¿Quién lo iba a escuchar? Era yo hablando de mis cosas. ¿A quién le podía interesar?

Miraba las estadísticas y contaba un par de docenas de escuchantes. Pero seguro que estaba mal. Seguro que había un bug en el sistema y las estadísticas estaban rotas y no me escuchaba nadie pero la plataforma me decía que sí. Era la única explicación. Es como Daniela con el covid ahora, que entre los tres nos hemos hecho ocho tests en tres días, todos negativos, y sigue con la mosca detrás de la oreja.

Me dijo que iba por el capítulo 129, pero que no se lo dijera a nadie. Eso fue divertido.

Conozco a SinnerBOFH de los tiempos de es.comp.os.linux. Era un habitual, una referencia. Uno de los grandes. Vivía en los USA y trabajaba como BOFH, Bastard Operator From Hell. Eso formaba parte de nuestro mundillo. BOFH venía a ser administrador de sistemas puteao por sus usuarios.

SinnerBOFH me ayudó en numerosas ocasiones aprendiendo a manejarme en Linux y, más tarde, cuando tradujé la tira ECOL también al inglés, a menudo me ayudaba con las traducciones. Me alegró mucho saber de él de nuevo y me sorprendió que estuviera escuchando el podcast.

Echo de menos el podcast, la verdad. Esa oportunidad para hablar español y hablar en general durante media hora.

Tal vez el desván esté listo en mes y medio. Tal vez por entonces el SinnerBOFH se haya terminado los capítulos del podcast disponibles. Tal vez, por entonces, pueda retormarlo, aunque sea una vez a la semana. Eso me gustaría.

¿Habéis escuchado el podcast? ¿Lo seguisteis en su momento? ¿Qué tal?

¿Sabéis lo que es un Bobbycar? ¿Cómo se llama en español? ¿Tuvisteis uno?

Comentarios

2 respuestas a «El Bobbycar»

  1. Avatar de Vicent
    Vicent

    Hola Javier,

    Creo que te sorprenderías de todas las personas que pueden seguirte y haber escuchado tu podcast. Cada uno a su ritmo y de forma anacrónica.

    Cerca de mi escritorio, aún conservo el libro de la tira ECOL que publicaste en 2002. Me trae muy buenos recuerdos y le tengo gran aprecio.

    Así que solo puedo agradecerte y animarte a seguir haciendo lo que te gusta. Disfrutar de la vida y de los tuyos en tu nueva etapa.

    Donde menos lo esperamos hay alguien que se alegra de leer o escuchar lo que tengas que decir.

    Un saludo,

    Vicent.

    1. Avatar de Javier

      Vicent, muchas gracias. Eso ha sido muy reconfortante.

      Por cierto, me has descubierto una nueva acepción de anacrónico. Gracias.

      Un saludo y un placer contar contigo por aquí.

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