Siete menos cuarto de la mañana. Ya estoy de vuelta de la carrera matutina, segunda de esta semana, y dado que mi hijo sigue durmiendo, abro el portátil sobre la mesa de la cocina y me propongo escribir la columna de hoy. Veamos hasta adonde llego. Esto es extraordinario.
Una rutina así me gustaría poder hacer: levantarme a las seis o seis y media, salir a correr y después escribir. Luego desayuno y ducha. Algo así estaría bien ahora, por ejemplo.
En fin, esta es una de esas entradas en las que empiezo a escribir sin saber lo que voy a poner, con un poco de vértigo, frente a ese acantilado de la página en blanco. ¿Qué escribiré? ¿Me pondré en evidencia una vez más? Y es que me burlo mucho de mí mismo.
Hoy me toca de nuevo viaje a Múnich. Voy al dentista allí, en principio por última vez, para que me quiten los puntos de la última carnicería. Destacar que he pasado buena semana y las heridas se han sanado adecuadamente, lo cual es para alegrarse mucho y estar muy agradecido. ¡Ese inconsciente competente y trabajador!
Luego tengo una misión suplementaria. Me recuerda a cuando jugaba al Falcon en el Atari, el simulador de F16. Creo que era ese. Siempre tenía una misión principal y una misión secundaria. No, creo que no era ese, pero da igual. Hoy la misión principal me lleva a la consulta del dentista, y la secundaria a casa de una amiga de Daniela a recoger un ¿Laufstall? Una de esas pequeñas prisiones para bebesitos. Hay que ver el Luqui, lo que ha evolucionado en los últimos meses.
Hace nueve o diez meses no podía ni sujetar su propia cabeza. Hoy repta por toda la casa a voluntad. En los últimos días está practicando con competencia el pasar de tumbado sobre la barriga a estar sentado sobre su trasero y, de vez en cuando, se coge a algo para intentar ponerse de pie. Es una pasada. ¡El otro día comió su primer Bretzel!
Así que hoy, en la misión secundaria, tengo que volar a las proximidades del castillo este que hay a las afueras de Múnich, he olvidado el nombre, y recoger el trasto. En el centro de control todavía tienen que pasarme las coordenadas del objetivo y el número de teléfono, por si hubiera cualquier contingencia. Por cierto, primero tengo que sacar el maxicosi y su base del coche, que al parecer el trasto es grande y todavía está por ver si pasa en el Modus. La improvisación es una constante en este ejército. Vamos corrigiendo eso.
Todavía colea la victoria de Verstappen. El relanzamiento de la carrera en la última vuelta fue bastante irregular, y muchos de los pilotos entrevistados estaban sorprendidos. Muy irregular.
La verdad es que hubiera preferido que Hamilton ganara el octavo título. Me parece que ha jugado más limpio a lo largo del año, aunque todavía tengo en mente el accidente de Silverstone. Ha sido una temporada sumamente tensa y muy al límite, así que supondremos que al final se hizo justicia.
Poco más tengo que contar hoy. Estoy contento de terminar con esta fase de dentista y estoy contento de haber salido a correr un día más. Ah, y estoy orgulloso.
Ayer colgué no una ni dos, sino tres lámparas. Me hice un run de colgar lámparas.
No es la primera vez que cuelgo lámparas, pero sí que sigo siendo bastante nuevo en esto. Tiene poco misterio. Casi todo tiene poco misterio cuando lo haces varias veces.
Lo suyo hubiera sido coger un taladro y hacer los agujeros en el techo, pero no tenemos taladro. Daniela dice que se lo pidamos a sus padres, pero… ¿dónde están sus padres cuando necesitamos el taladro? Demasiado lejos. A la próxima oportunidad compro uno, aunque sea malo. Un taladro malo es mejor que el vacío.
Después, lo suyo hubiera sido usar uno de esos destornilladores eléctricos, pero no tenemos destornillador eléctrico. Daniela dice… En fin, ya captas por donde voy. Próxima oportunidad, destornillador eléctrico.
El caso es que el asunto se puede resolver con tornillos tirafondos. Han de tener unos pocos centímetros, tal vez tres, de manera que vayan lo suficientemente profundo y fuerte como para sujetar la lámpara. Los tornillos tirafondos son esos que tienen un paso de rosca grande y entran rápido a medida que los giras.
Pero lo primero es cortar la electricidad. Dejamos la luz encendida, vamos al cuadro y empezamos a quitar interruptores. En caso de duda, se quita el general. Después te ayudas de una lámpara frontal como la que uso para salir a correr. Que no se la tengas que pedir a los padres de Daniela porque nunca están cuando quieres colgar una lámpara.
Normalmente, las lámparas tienen una base. Esa base va sujeta con una pletina. Quitas la pletina y la atornillas al techo a lo bruto, tirando los tornillos adentro. Luego atornillas la lámpara a la pletina. Seguramente, entre medias, te convenga hacer el empalme.
El empalme dependerá de la regleta. Las hay de muchos tipos, pero lo que hacen es, llanamente, juntar los cables. Encontré una regleta desconocida en una de las lámparas que quité. Tras investigar por Internet, resultó que sólo había que tirar de los cables, a lo cafre.
Un rato después, lámparas nuevas por toda la casa. Daniela más contenta que unas pascuas. Yo, orgulloso.
Y lo voy a dejar aquí, que llevo novecientas palabras y mi vástago sigue durmiendo. Tal vez hasta consiga desayunar.
¿Habéis colgado muchas lámparas? ¿Tenéis un destornillador eléctrico?
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