Carnicería y retorcimiento

Ayer hubo carencia de ESDLV, algo que sucede poco pero que sucede. Vine de la segunda intervención del dentista y, uf… ya tuve bastante con llegar a casa. Después, me necesité todo para mí.

Ayer hicimos una extended version de lo que hicimos la otra vez, abriendo encías, limpiando y volviendo a coser. Por si eso fuera poco, como suele suceder en mi vida, hubo que añadir el handicap del Big Crunch.

Hay una asociación de las llamadas enfermedades raras para todas aquellas personas que tienen enfermedades poco convencionales. Con el Big Crunch, bien podría hacerme socio. Puede parecer algo ridículo eso de las enfermedades raras, pero la de veces que he deseado yo haber tenido un sencillo cáncer que la gente de mi entorno pudiera comprender.

Me siento. La silla se recuesta. Anestesia.

—Gira la cabeza así.

Giro la cabeza así, todo lo que puedo.

Concentrándome en la respiración por defecto en el sillón del dentista, pronto me di cuenta de un pequeño detalle: no podía respirar. Me tocaba la segunda respiración y en algún lugar, mi tráquea se había cerrado.

Entré en ese nerviosismo que precede al pánico. La mujer ya había tomado el escalpelo y se había sumergido en mis encías. Era un mal momento para hacer cualquier cosa salvo relajarme y respirar. Lo primero lo podía hacer; lo segundo… no.

Girando el cuello completamente hacia la derecha y llevándolo todavía un poco más allá, mi tráquea, todavía retorcida por el Big Crunch, se había cerrado totalmente al paso del aire hacia los pulmones. En plan Houdini, me relajé todavía un poco más.

Moví esa parte de mí, ligeramente, manteniendo el resto en su sitio, especialmente la boca, explorando las posibilidades de hacer una holgura por algún sitio. Lo conseguí.

Era un pequeño agujero. Inspiré profunda y lentamente un hilo de aire. Espiré a continuación. Volví a inspirar.

Pronto se me hizo obvio que aquel caudal no sería suficiente. Me revolví en la silla tratando de ampliar aquel hilillo de aire. No sé cómo lo hice, pero lo conseguí. El hilillo se convirtió en un hilo, justito pero suficiente, y pude seguir respirando mientras aquella mujer me hurgaba en el interior de las encías.

Hora y media más tarde de concentrarme en la respiración, imagina un partido de fútbol con la boca abierta de par en par (más de uno lo hace), cuando el sillón se incorporó, abrí los ojos. Lo veía todo borroso. Estaba en un estado de profundo sopor consciente. La mujer me dio unas instrucciones y me envió a casa.

En un sopor emborronado, haciendo ajustes para poder conducir, caminé hasta el párking, conseguí salir de allí y me sumergí en el tráfico de Múnich en hora punta para salir a la autopista en el tráfico de hora punta. En un estado de profundo sopor dolorido, hice lo posible para disfrutar de una bella puesta de sol fantasmagórica regresando a casa detrás de un camión. Cuando llegué a casa, me dolía más la tráquea que las encías. Cuando llegó Daniela, me puse a llorar.

Afortunadamente he pasado buena noche. Esta mañana, a las seis y media, en pie a preparar el desayuno. Luego he asegurado contra bebé tres enchufes más. El Luqui no ya sólo se sienta, sino que ha comenzado a gatear. De momento sólo con un brazo y una pierna, de modo que parece un soldado herido regresando a su trinchera. Pero la técnica es efectiva.

El repetidor sigue repitiendo.

Eso sí, ayer me di cuenta de que faltaba por reconfigurar la impresora, que se conecta a la red local por wifi. Así que ha habido que conectarla a la nueva red (el repetidor crea una nueva red con otro nombre, lo que me parece una buena idea) e introducir la contraseña de red, lo cual ha sido un trabajo de chinos. Introduce una cadena de caracteres alfanuméricos de 16 posiciones usando una pantalla de una línea y tres teclas. Está muy bien resuelto, pero es un trabajo laborioso. A la primera se conectó.

Tal vez la tortura traqueal en la consulta del dentista ha servido para soltar un poco más el apretado nudo en mi cuello, así que ahora, además de gestionarme el dolor de las encías, estoy gestionando el shock de esa parte de mí, liberada después de treinta años de prisión. A lo Mandela.

Tal vez por eso el Big Crunch proceda de un Full Nelson.

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