Ansiedad XXXL

Me despierto achicharrado una mañana más. ¿Qué hora es? Por no alargar la mano y mirar el reloj en la oscuridad, saliéndome del semiletargo y arruinando cualquier posibilidad de volverme a dormir, comienzo un largo y penoso intento de deducir, en base a diferentes pistas, la hora actual. ¿Entra luz por las rendijas de la persiana? ¿Oigo al vecino? ¿Lloriquea Luqui? ¿Cuánto calor estoy sintiendo? ¡Basta de elucubraciones!

Alargo la mano y tomo el móvil: son las cinco y media de la mañana. Otra vez. Estoy muy cansado. Menos mal que anoche apagué la luz a las diez y media.

Me estoy leyendo el libro “El Elemento” de Sir Ken Robinson. Habla acerca de descubrir la propia pasión. Más otro día. ¿Conocéis su charla TED? Es una de las más vistas de la historia de las charlas TED, si no la más. En fin, más otro día.

Después de quince minutos de dar vueltas en la cama, decido levantarme. Seis menos cuarto. Entre ruiditos indecisos de Luqui, camino hasta el baño y me meto en la ducha. Si la calefacción está programada para empezar a funcionar a las seis, ¿por qué me despierto achicharrado a las cinco y media?

Ayer fue un día intenso. Levantarme pronto me sirvió para salir del supermercado con la compra de la semana a las 7:40 de la mañana. Eso tiene algunas ventajas. Algo más tarde, decidí montar una expedición al Mediamarkt.

La impresora dice que el tóner se está acabando. Ya sabéis cuándo compramos la impresora, hace cosa de un año. No hemos imprimido tanto. Por ejemplo, estuvimos dos meses en España. Yo calculo que, tirando por lo alto, habremos impreso… ¿500 caras? ¿1.000 tirando la casa por la ventana? No. Seguro que mucho menos que eso. Pero la impresora, aunque sigue imprimiendo con buena calidad, dice: “Cambie el tóner”.

Por otra parte, el otro día, mientras trataba de guardar documentos del antiguo portátil en un disco duro externo, el ordenador se apagó con un “puf”. Primero empezó la pantalla a fallar, quedándose en negro aleatoriamente. Después, de pronto, se apagó. Se apagó para siempre. Un ciclo de reloj de silencio, por favor. Ya está, gracias.

Tengo algunas cosas que rescatar de ese disco duro, en particular mi CV escrito en LaTeX. ¿Solución? Extracción del disco SSD e inserción en una carcasa para conexión final como disco duro externo. Excursión al Mediamarkt.

En diez minutos me planto allí, Modus mediante. Encuentro las tintas y los tóners. Busco, entre las cajas de Brother, la que corresponde a mi impresora. Miro el precio. Me quedo de piedra.

Noventa y dos euros.

Bueno, me lo llevo. La próxima vez miraré las opciones genéricas, pero esta vez quiero resolver esto ahora. Miro la caja. Dice que imprime 3.000 páginas con un cartucho. Espero que sea verdad. El último ha durado como un 20% de eso, máximo, antes de empezar a quejarse.

Compré la impresora en Amazon. Lo único que se me ocurre es que me la vendieran con el tóner a medias, o al veinte por ciento. Como cuando compras un vehículo y te dan la gasolina justa para llegar a la gasolinera. En fin, Javier, focus; que llevas 500 palabras y ni siquiera has entrado en el tema de hoy.

Por la tarde, y para aprovechar el run de actividad y comercios del día, me propuse una excursión a XXXLutz, una especie de IKEA regional. Queríamos comprar algunas cosas y ver otras. Comprar: cuchillos para la cocina, un escurridor para los platos, tal vez un armario con espejo para el baño. Ver: un sofá.

Si hablábamos el otro día de conocernos y, en particular, de conocer nuestros límites, esta excursión me estaba acercando a los míos. Pero me había levantado pronto, había resuelto un par de misiones y estaba crecido. A veces la acción me viene bien.

El otro día le estuve explicando a Daniela el significado de la expresión “venirse arriba”. Lo que voy a contar hubiera sido un buen ejemplo.

Tal vez hubiera ido todo bien si hubiera ido solo, pero se apuntó Daniela, con Luqui, claro, y eso fue demasiado. Lo podemos resumir sencillamente: tendría que haber dicho que no.

Pero no lo hice, así que prepara la bolsa de cosas de Luqui, enfúndalo, desmonta y mete el carrito en el coche, inserta al Luqui en el maxicosi… en fin, tampoco es para tanto. Con la práctica se ha convertido en rutina llevadera. Pero llegamos allí.

El edificio es enorme. El parking, bastante lleno, no hacía presagiar nada bueno. Daniela dice que se queda fuera paseando con Luqui, que tal vez se duerma. Me ofrezco a quedarme con él.

Yo suelo ser muy flexible. Cuchillos, me da igual estos que aquellos. ¿Armario con espejo para el baño? ¿Eso es un armario? ¿Tiene espejo? ¿Entra en el presupuesto? Me lo llevo.

Daniela, por el contrario, tiene requerimientos sumamente complejos y específicos para cada cosa que quiere. Así, prefiero que vaya ella y compre exactamente lo que quiere antes de hacerlo yo y “equivocarme”. El otro día, por ejemplo, metí una funda de la cama en la lavadora a 60 grados con una manta azul que se lavaba por primera vez. ¿Y qué más da?” puedes preguntarte. Oh, mucho, muchísimo. No tienes ni idea. Corre y detén la lavadora, alma de cántaro.

Así que, de esa guisa, me metí en el XXXLutz.

El nombre hace justicia al comercio. Parecía la terminal de un aeropuerto llena de cosas del hogar y muebles. Revisé la sección de ofertas. Pregunté. Exploré con celeridad los diferentes pisos, someramente, e incluso encontré los muebles de baño. No compré nada. Confuso llamé a Daniela. No respondió. Empecé a agobiarme.

Con un bebé, siempre hay un tic-tac en la parte de atrás, en algún sitio, una especie de temporizador que va descontando segundos hasta que empiece a llorar. Cada segundo es precioso y debe ser aprovechado cuidadosa y sabiamente. Descendí a la planta baja y busqué una salida.

Tiré por donde había venido, pero las barreras, que por el otro lado tenían una flecha blancha amistosa sobre un fondo azul, de mi lado actual tenían una alarmante y repulsiva señal de prohibido el paso. Tiré por el otro lado para encontrar más barreras con señales de prohibido el paso. Confuso, miré con más atención.

Parecía que la única manera de salir de allí era a través de las cajas. Pero yo no había comprado nada. Podría pasar por las cajas, pero había largas colas y no quería tener que explicar a cada persona a la que adelantara, más a la persona en la caja, que no había comprado nada y que sólo quería salir de allí para reunirme con mi mujer y mi hijo. De pronto, aquello tomó tintes de pesadilla, y empecé a darme cuenta.

He experimentado ansiedad muchas veces, podríamos decir que muy a menudo, prácticamente diariamente, durante los últimos treinta años. Eso es mucho tiempo. ¿Qué has hecho en los últimos treinta años? Mientras hacías eso, yo estaba experimentando ansiedad. Pero para mí, la ansiedad ha sido siempre una experiencia muy mental. Reconocía la ansiedad por lo que ocurría en mi mente: las imágenes a toda velocidad, las voces a todo volumen, el caos, la locura… Pero esta vez no vi y oí la ansiedad, sino que la sentí, y eso cambió la experiencia y la convirtió en otra cosa. Sentí mi cuerpo agitarse y mi corazón latiendo fuertemente a toda velocidad y me concentré en respirar profunda y regularmente.

Tiré por un lateral de las cajas por un pasillo que parecía llevar al exterior, pero terminé en una puerta con una alarma. Podría tirar a salir por ahí, pero seguramente sonaría la alarma y se montaría un buen cifostio. Al menos la gente sabría cómo me sentía.

Volví sobre mis pasos. No podía ser que la única salida fuera a través de las cajas. ¿Y qué pasaba con la gente como yo que sólo había ido a mirar y no había comprado nada? Me sentí como una rata en un laberinto.

Reuniendo valor, vi a un tipo de la casa entrando y me acerqué hasta él:

—Oiga, no he comprado nada y quiero salir —dije en alemán con mi sospechosa mochila a la espalda—; ¿qué hago?

—Oh, venga por aquí —dijo—, yo le abro.

Para mi asombro, dio la vuelta a una cabina, se acercó a un panel de mandos y pulsó un botón. Se abrió una pequeña barrera en un lateral. Flipando, salí por allí. En el exterior, me quité la mascarilla y aspiré aire fresco. Qué horror.

¿Pero dónde estaba Daniela? Recorrí el enorme aparcamiento en vano con la vista. Coches, personas, yo hiperventilando. Le llamé de nuevo sin poder hablar con ella.

Eché a andar por el parking en todas direcciones, y aún pasaron diez angustiosos minutos más hasta que recibí su llamada. Y aquí voy a resumir el relato porque oigo a Luqui llorando:

Me sentí como un niño perdido en unos grandes almacenes buscando a sus padres desesperadamente.

Ahora, tengo 45 años. Mido casi un metro noventa. Peso casi ochenta kilos. Ayer, en aquel lugar, me sentí aterrorizado porque sentía que no podía salir de allí.

Wow. Wow. Me quedé de piedra al reflexionar acerca de ello. Pero mira, qué bien que me haya dado cuenta, y qué bien que pudiera sentir el pánico esta vez en lugar de verlo y oírlo.

En fin, me da vergüenza compartir esto aquí, pero hoy soy un hombre en una misión.

Esta mañana lloré, otra vez. Mal dormido, de los últimos treinta años, agotado, necesitaba nuevas fuerzas para atender adecuadamente a mi mujer y a mi hijo. No las tenía, así que tuve que sacarlas. Y las saqué de donde se saca todo: de dentro. De la misma nada de la que sale todo.

Soy un hombre talludito y madurito, y he pasado los últimos cuatro años de mi vida llorando. Nacido y criado en una cultura como la española, ¿para qué te voy a decir cómo es eso? Pues esa es mi misión hoy.

Se abre la puerta. Oigo a Luqui. Adiós.

Comentarios

2 respuestas a «Ansiedad XXXL»

  1. Avatar de Ed
    Ed

    Es habitual que las impresoras nuevas vengan con un toner de menor capacidad del habitual. No te asustes si solo puedes imprimir 1000 hojas (consulta el contador de la impresora).
    Aunque te de un aviso de toner bajo, suele ser una estimación en función del nº de hojas impresas (independientemente de la cantidad de superficie impresa) , Sigue usando el toner antiguo hasta que pierda calidad, seguramente puedas imprimir aun bastante.
    Usa toners genéricos, merece la pena el ahorro.

    Tengo consejos de impresoras y aparatos inanimados, pero no de ansiedad, para eso no tengo consejos ni para mí.
    Me he puesto en tu pellejo tratando de salir del centro comercial para rescatar a tu familia. Escapar por “puerta de emergencia” es una opción que he valorado en situaciones similares.
    Ánimo.

    1. Avatar de Javier

      Ostras, pues ya me quedo más tranquilo con lo que me dices de la impresora. Seguiré usando el toner antiguo hasta que pierda calidad, gracias. A la próxima buscaré algo genérico. ¿Alguna recomendación? ¿Dónde los puedo encontrar? ¿Amazon?

      Ed, muchísimas gracias, una vez más, por la sinceridad con la que te compartes en tus comentarios. La aprecio muchísimo. En esta ocasión, una vez más, me has hecho sentir muy acompañado.
      Gracias.

      Podríamos hablar acerca de por qué construimos edificios que funcionan como laberintos para ratas, se me ocurren algunas respuestas, pero vamos a superar esto rápida, fácil y suavemente. Eso lo primero.

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