Acerca de los viejos tiempos de ESDLV

Probemos hoy con este título largo, a ver cómo sale en la plantilla del blog. Y… ¿qué es eso de los viejos tiempos de ESDLV? Bueno, pues me refiero a El Sentido de la Vida de antaño, de cuando yo iba perdido pero a pesar de todo avanzando con todas mis fuerzas, atravesando paredes, contra todo y contra todos. Pero eso no empezó así, ¿o sí?

Ayer estuve recuperando el antiguo blog. Hasta ahora había puesto un enlace que llevaba a un servicio en Internet que antaño creó una copia del sitio. Es un concepto muy molón, y es verdaderamente de agradecer que exista. Se trata del Wayback Machine del Internet Archive. Ahí se puede recuperar, más o menos fragmentada, cualquier cosa que alguna vez existió en Internet. Es una pasada. Está prácticamente todo lo que he publicado a lo largo de los casi últimos veinte años.

Casi veinte años.

Ayer, también, fui por fin al oftalmólogo. Esto de la vista es como todo: muy subjetivo. Nadie más ve a través de nuestros ojos; sólo nosotros. ¿Qué es ver bien? Podríamos ponernos filosóficos, pero cuando vamos al oftalmólogo, es que vemos mal. Tampoco es necesariamente así, pues se puede ir por simple prevención. En fin, podríamos estar aquí discutiendo un rato acerca del sexo de los ángeles, pero sólo tenemos mil palabras para hoy y algunas cosas importantes que considerar, así que al tajo.

Puse la barbilla sobre el aparato y miré a través de la lente. Se veía una carretera a través de un valle verde. Al fondo, sobre el cielo azul, un globo aerostático sobre la carretera.

—Mire el globo —dijo la mujer.

Como para no mirarlo.

De pronto, la imagen cambió y había tres filas de letras.

—Dígame por favor lo que ve en la última línea.

Entorné ligeramente los ojos. Las muy bastardas eran muy pequeñas. Lo tenía.

—Be, efe, ka, eme, ele —dije resueltamente.

—Las dos primeras son cifras —respondió la mujer.

La hostia puta.

Pues voy a decir siete y nueve.

Recordé por qué hacía tanto tiempo que no iba al oftalmólogo.

Es duro. Es duro porque no sabes que estás mal. Te crees que ves bien pero no lo haces. Y es una cosa pequeñita. Y ahí toman esa cosa pequeñita y la hacen muy grande y te la ponen delante, y entonces resulta que las dos primeras son cifras. Y dices: “La hostia puta”.

Y le puede pasar a cualquiera.

Con estos asuntos de salud, verdaderamente le puede pasar a cualquiera, y está más allá de lo que podemos hacer y controlar. Sólo queda aceptar.

—¿Quiere hacerse la prueba de control de la presión ocular? —preguntó la asistente a la entrada en los primeros compases.

Oh no, otra de esas pruebas médicas que no comprende el seguro y que tengo que pagar aparte.

—¿Qué riesgo tengo?

—Hombre, se aconseja hacer a partir de los cuarenta años.

Ok, ya estoy ahí. Estoy en grupo de riesgo.

—¿Qué cuesta?

—Son 26 euros.

Es un dilema interesante. ¿Me quiero quedar ciego por 26 euros? Puesto así, en absoluto.

—Vamos a hacerla.

Pongo la barbilla sobre el otro aparato.

—Notará un soplido sobre el globo ocular.

—Ya, ya conozco el procedimiento.

Doy un respingo con cada soplido. Da igual que sepa que va a venir. Da igual que lo haya vivido una docena de veces; doy un salto con cada puñetero soplido. Esa parte profunda que cuida de mí, mi parte inconsciente, se encarga de hacer que salte. ¡¿Quién coño me está soplando en el ojo?!

Entro en la sala y espero al oftalmólogo. Entra al cabo de un par de minutos. Me pone la enésima máquina. Me enfoca el ojo con una luz brillante.

—¡Deslumbra! —me quejo.

—Lo sé —responde—. Mire al frente.

Mantengo los ojos en tensión mirando al frente.

—Oh —dice—: le operaron este ojo con bisturí.

—Los dos, los dos —respondo.

—Oh, es verdad… Es el método “Rossen” —o algo así dice—. ¿Cuánto tiempo hace de eso? Ya no lo hace nadie.

“Das macht kein Mensch mehr”, dice. Suena como “Eso ya no lo hace ni Dios”.

—Puedo imaginarme perfectamente por qué —le digo.

Supón que te sientas en una silla de dentista, con un foco de dentista alumbrándote la jeta. Pero no estás en el dentista; es casi peor. Un tipo se encorva sobre tus ojos con un escalpelo. Previamente te han introducido, entre el globo ocular y los párpados, una suerte de espátulas conectadas a un muelle que hacen que tus ojos se abran y permanezcan como si estuvieras de pie en una autopista y de pronto un camión apareciera de la nada con los faros encendidos. Intentas parpadear, pero no puedes.

—Te voy a ir describiendo lo que hago para que no te pongas nervioso —dice—. Ahora voy a clavar el bisturí sobre tu ojo y voy a hacer un pequeño corte desde el centro hasta el exterior.

Ves el bisturí haciéndose más y más grande, acercándose más y más a tu ojo. En un cierto punto, hace contacto.

—Mira hacia la luz —dice el hombre.

Y miras hacia la luz. Pero vamos, como si no hubiera un mañana. Como si, si no miraras hacia la luz, no volvieras a ver en tu vida.

Tu campo de visión se deforma y se desplaza. No notas nada, pero no hace falta. Te sientes como en el momento culminante de una película de terror, como en una escena chunga de “La naranja mecánica”.

—Muy bien, ese ha sido uno de doce —vamos a por el siguiente.

Me hace reflexionar. Me hace reflexionar pero que te cagas. Me hace pensar profundo acerca de un par de cosas que he hecho en mi vida, en si de verdad valió la pena, en cuáles fueron los verdaderos motivos que me impulsaron a hacerlo. Por ejemplo, años más tarde llevaría una ortodoncia durante más de un lustro. Lo que dolía aquella mierda cada vez que le cambiaban las gomas a aquel cacharro. La cantidad de dolor que soporté… ¿para qué? ¿Para que mis dientes tuvieran un mejor aspecto? ¿Para follar más? Joder, estoy hablando de cantidades abismales de tristeza.

Afortunadamente, podemos cambiar. Todo lo que no es necesario, se puede cambiar. Eso es mucho, y es mucho por lo que estar agradecido.

Ayer estuve recuperando el blog. Ya se puede acceder a él desde aquí a través del enlace apropiado, arriba a la izquierda. He puesto también enlaces a lo mejor de ESDLV y al archivo. Sin embargo, algunas partes del archivo están rotas.

Estuve hasta las nueve de la noche intentando solventarlo. Los enlaces de las páginas del archivo apuntan a una dirección que contiene “%3F” mientras que, en los ficheros html, esta cadena ha sido sustituida por un guión bajo, lo que hace que se devuelva un error de página no encontrada y que WordPress nos devuelva a la portada del sitio. Debería poder resolverse con una regla de reescritura en el archivo .htaccess del servidor web, pero estuve horas ayer probando diferentes posibilidades en vano. Si alguien sabe de .htaccess y de ReWriteRules, por favor que se ponga en contacto conmigo. Aunque tal vez, cuando esto salga publicado mañana, ya esté resuelto. Que así sea.

En cualquier caso, y ya me he ido por encima de las mil palabras, lo que he dado en llamar “Los viejos tiempos de ESDLV” ya está de nuevo aquí. Como mínimo se puede acceder al “Best of” y a la primera página del archivo. Eso ya da para mucha nostalgia y reflexión.

Comentarios

2 respuestas a «Acerca de los viejos tiempos de ESDLV»

  1. Avatar de Adrian
    Adrian

    Por fin tenemos de vuelta la entrada de El Equipo A 😀

    1. Avatar de Javier

      Jeje, es verdad. ¡Hasta lo había olvidado! 🙂

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