Winterreifen

Hay cosas que repetimos cada año como una especie de ritual. Una de estas cosas, en Alemania, y dos veces al año, es el cambio de los neumáticos de verano a invierno y de invierno a verano. Como ahora toca lo primero, viene el asunto de las Winterreifen, los neumáticos de invierno. De hecho, ya ha venido.

Suelo ser de los que dejan las cosas para última hora. Pero para muy última hora. A veces hasta se me pasa la hora. Pero estoy cambiando. Estoy cambiando tanto que este año quedan al menos, según la previsión del tiempo, diez días relativamente apacibles, pero yo ya he cambiado las ruedas. ¡Ja! Cada noche me pregunto, mientras me estoy durmiendo, recién acostado en la cama, por qué me siento orgulloso de mí mismo. Pues bien, esta noche lo tengo claro: Winterreifen.

Vamos con la lingüística por delante: Winter = invierno, Reifen = Neumáticos. Así pues, neumáticos de invierno. El alemán es fácil y divertido. Y modular.

Aunque, como digo, todavía queda según la ranita del tiempo para que la cosa se enfríe todavía más, hoy, como hombre renovado y previsor que soy, he cogido el coche y me he dirigido a casa de mis suegros. Tres minutos después, he aparcado en la puerta.

Mi cuñado me había dicho que podía usar su gato hidráulico. ¿Dónde se pone esto? ¿No lleva el coche unas marcas que lo indica? ¿Y cómo funciona esto? Me lo enseñó el año pasado pero ya lo había olvidado.

Mi cuñada me ha echado una mano: con la palanca esta se sube el coche y luego, cuando está arriba y lo quieres bajar, tienes que girar este pitorro que abre el circuito. Ok, rueda número uno.

Quito los cuatro tornillos. Están duros los condenados pero salen. Llevo la rueda rodando a través de la calle y la cambio por una de la pila que guarda mi suegro junto a la valla. Aumpf y la encaramo al eje. Ahora mete los tornillos.

Hace frío. Y hace viento. Tengo calor pero estoy sudando, y el fresco se me cuela por los riñones. Unos minutos más tarde no sé si tengo frío o calor pero decido ponerme el gorro. Primera rueda en su sitio. Luego la aprieto del todo. Segunda rueda.

En la segunda rueda, uno de los tornillos está como una puta piedra. Quito los otros tres. Vuelvo al tornillo duro. Me subo encima de la llave pero sigue sin moverse. Lo peor: la llave no queda del todo horizontal en voladizo y, con mi peso, resbala y se cae de la rueda. Mi mente ingenieril se pone en marcha y activa el modo McGyver. Oteo a mi alrededor en busca de recursos de los que ayudarme.

Localizo un montón de piedras de forma cúbica. Tomo tres, pesan un huevo, y cruzo la calle. Las apilo una sobre otra y apoyo el extremo de la llave. Me subo encima del otro extremo. Doy algunos pequeños saltitos. El tornillo no se mueve un pelo.

Aumento el tamaño de los saltitos. Con un ruido estremecedor, el tornillo cede y me hundo llave abajo. Ya cayó, el cabrón. Traigo otra rueda.

Me doy cuenta de que, en la carcasa, viene indicado el sentido de giro. Esta rueda debería ir al otro lado. Voy a por otra que resulte apropiada.

Concienzuda y agotadoramente, procedo a través de las cuatro putas ruedas. Estaban apiladas unas encima de otras y, las dos inferiores, contenían agua que a su vez contenía óxido. Las llantas de dos de las ruedas están de óxido hasta las cejas. Da entre pena y asco verlas. Me pregunto si el metal no se partirá en la autopista. Espero que aguante, por lo menos hasta que compremos otro coche.

El Modus tiene sus achaques. Este verano le cambiaron una placa base a la que se le habían freído unos microchips. Aún así, a veces se siguen apagando las luces al poner el intermitente a la izquierda y el limpiaparabrisas a veces no se pone en marcha y a veces no se detiene. Además, ahora hace un ruido nuevo; una especie de silbidito relacionado con el número de revoluciones. Tengo que ir con las ventanillas cerradas cuando hace calor porque no soporto oírlo. Me molesta molestar a los vecinos con el silbidito de marras.

Pero en fin: hoy, después de una hora de trabajo, he cambiado las cuatro ruedas de verano por las de invierno. Eso está muy bien para un mequetrefe como yo.

Dicen que, en esta vida, hay que escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo. Añadiría que hay que cambiar una rueda o, en su defecto, el juego completo.

¿Alguna vez habéis cambiado una rueda? ¿Y un juego de ruedas? ¿Corren peligro de romperse las llantas oxidadas?

Comentarios

2 respuestas a «Winterreifen»

  1. Avatar de Quique
    Quique

    Tienen que ser tremendos los inviernos por ahí…
    La verdad en que no entiendo mucho de coches. De hecho, cuando en los viejos tiempos de ESDLV, escribías sobre el Delorean no pillaba ni una.
    A mi antiguo coche le pasaba algo parecido al tuyo cuando encendía el intermitente. En mi caso era el izquierdo, y lo que hacia era poner las largas. Nunca supe a que se debía y menos mal que este verano lo vendí y ya no tengo que sufrirlo más.
    Por suerte, o por desgracia, sí he tenido que cambiar alguna rueda que otra pero nunca las 4 a la vez.
    Saludos.

    1. Avatar de Javier

      Bueno, depende de dónde vengas… Para mí lo son.
      Jejeje, lo del Delorean eran cosas bastante técnicas. 🙂
      Lo de poner las largas es una buena idea. Me queda por ver si funcionan en ese caso. Gracias!
      Después de esto, cambiar una rueda lo veo como pim pam pum. 🙂
      Un saludo y gracias por el comentario. 🙂

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