Cada mañana llega el momento de escribir el título de la columna. Estoy aquí, de vuelta, sentado frente al teclado y el monitor, escribiendo lo que llamo las “páginas matutinas”. Me gusta, es uno de los mejores momentos del día. Se siente bien y a gusto. A veces dura incluso demasiado poco pero, ¿acerca de qué más puedo escribir? El caso es que estoy aquí de vuelta a mi oficina, a este improvisado rincón de oficina de coronavirus que todavía sigue vigente. ¿Qué me toca escribir hoy? Eso se verá en un momento más.
A veces me adelanto. Hace unas semanas me despertaba en la cama antes de que sonara el despertador, a veces una hora o más antes. Daba vueltas en la cama agitado, diciendo en voz alta en mi cabeza lo que escribiría ese día. Eso era agotador. No era bueno. Yo quería seguir durmiendo y descansando, pero me despertaba esa voz en mi cabeza que escribía las páginas matutinas. Me despertaba por la mañana hablando acerca de lo que escribiría, probando cómo sonaban las palabras.
En el fondo, era una estrategia para distraerme de la incomodidad, del dolor. Estar tumbado sobre mi espalda es doloroso. Estar tumbado de lado, eso es llevadero. Pero da igual cómo me ponga, da igual sobre qué hombro me recueste, que caigo una y otra vez sobre el retorcimiento y el dolor entumecido. Puedo distraerme con unas páginas matutinas. Es lo suficientemente importante y divertido como para abstraerme del dolor entumecido, la incomodidad y la molestia. Pero no es plan.
En las últimas semanas la cosa ha mejorado. Puedo dormir más y me despierto con la alarma. Esa voz en mi cabeza sabe, porque yo se lo he dicho, que el momento apropiado para ponerse en marcha, para servirme de la mejor manera, es cuando me siento aquí y empiezo a escribir las páginas matutinas. Ese es el momento adecuado de empezar a hablar, en voz alta, dentro de mi cabeza. ¿Pero qué pasa entonces con el dolor entumecido, con la molestia, con la incomodidad, con el retorcimiento? Yo me ocupo. Alguien lo tiene que hacer, y yo soy quien lo hace.
Tengo la meditación matutina. Tengo el yoga. Tengo los ratos en los que me tumbo en el suelo y presiono las vértebras contra la dura superficie y me balanceo y las muevo y las masajeo y hago sitio para que tengan algo más de espacio y puedan seguir reordenándose. Naturalmente, estas partes de mí, especialmente ellas, deben ser atendidas. Y lo son.
Durante la meditación matutina, en esos diez minutos que me tomo cada mañana para estar conmigo mismo, atiendo a estas partes de mí en la medida en que me resulta posible. Es muy molesto, es muy doloroso. Es desagradable por devastador, así que, naturalmente, yo también tengo mis instintos naturales y reacciones biológicas que me llevan a apartar la atención de estas partes de mí, vapuleadas, ultrajadas, humilladas, golpeadas y presionadas. Hago lo que puedo, al ritmo que puedo. Y entre las diferentes partes de mí, con comprensión y con amor, hemos llegado a un cierto compromiso para avanzar juntos en esta dirección de sanación y recuperación. Cada mañana tiene lugar, dentro de mí, un debate del estado de la nación, de la nación Javieresca. Y cada mañana, los diferentes partidos, en representación de las infinitas partes en mi interior, tienen que revisar los informes y exponer sus requisitos, en función de sus necesidades, para renegociar los acuerdos existentes. Después de años haciéndolo, y gracias a la creciente estabilidad lograda, el proceso tiene lugar cada vez más rápido, con más comprensión, con más empatía, con más sintonía.
Suelo escuchar varios podcast. Algunos de ellos son “Mind love”, “Una vida a tu medida”, “Cállate y vende”, “Wordpress semanal”… Algunos otros entran y salen, pero esos llevan ahí al menos un año. Cada uno me aporta algo importante y por ellos doy las gracias.
Suelo escuchar los podcasts mientras preparo el desayuno, mientras limpio el baño, mientras doy un paseo. Me sirven a menudo para tomarme un respiro de mí mismo y exponerme a nuevas ideas, a nuevas perspectivas, a nuevos aprendizajes. Ayer estuve escuchando un episodio de Mind Love mientras practicaba yoga: “Cómo tener conversaciones difíciles”. Muy interesante.
Estos podcasts se actualizan con cierta regularidad, más o menos semanal, y me suelen servir para mantenerme entretenido. Pero esta semana “Una vida a tu medida” ya no suena, pues Ángel se ha ido de vacaciones, así que he estado revisando la lista de los podcasts más escuchados para encontrar algo interesante. He terminado en un podcast de meditación.
Lo que más me impresiona es el hecho de poder hacer un podcast de meditación. ¿De qué se habla, semana tras semana en un podcast de meditación? ¿De verdad se puede hablar tanto sobre el tema? ¡¿Cómo?!
El caso es que he escuchado un episodio de este podcast, cuyo nombre se me escapa ahora, pero que está entre los 20 ó 25 más escuchados de Spotify en español. Y he terminado un poco sintiéndome como con mi profesora del grupo de estabilización: escandalizado.
Es cierto que la mujer hacía muchas cosas bien. Cuando digo “bien”, me refiero a “bien según San Javier”. La mayor parte de lo que dijo tenía sentido para mí. También me he dado cuenta de esa tendencia mía a escandalizarme cuando alguien piensa diferente de mí en algo que me resulta fundamental. Pero eso de que la mente nos quiere sacar del presente…
Lo he leído antes. Incluso de Eckart Tolle y su “Poder del ahora”. Me molesta ese paradigma de la mente como el malo de la película.
La mente está a nuestro servicio. La mente hace pensamientos, y esa es su función. La mente nos sirve, y solamente eso tendría que llevarnos a la apreciación y a la gratitud, pues la mente nos permite hacer cosas maravillosas y amplía nuestras posibilidades de una manera indescriptible. Ahora, se trata de darse cuenta de eso y darnos cuenta de que, si usamos la mente de manera malsana y disfuncional, ese es otro asunto. Pero pensar en esto de esta manera es, para mí, fundamental para una práctica sana de la meditación. Y que un podcast de meditación que esté entre los 20 más escuchados del Spotify en español hable así me lleva a pensar que tal vez sí tenga mucho que aportar en esto.
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