Trabajo

Vamos a ver si el Luqui consigue retomar el sueño, que se ha despertado abruptamente y lleva diez minutos llorando desconsoladamente. Tal vez logre terminar esta columna de una, tal vez no. Son las emociones de ser padre, que anima a desarrollar la flexibilidad y la paciencia hasta límites inimaginables.

El otro día quedé en que compararía dos trabajos que me han surgido, más bien dos oportunidades de encargo, en una de las áreas que me interesan: la informática. En concreto, haciendo cosas con WordPress.

Me gusta WordPress porque es una mezcla de muchas cosas que me gustan. Y digo WordPress por decir la edición online.

Me gusta publicar cosas, como se puede ver aquí. Me especializo en escribir porque me resulta muy cómodo, pero me gusta cualquier tipo de edición. Sacar adelante la revista de la escuela en la universidad fue una de las mejores cosas que hice allí. Me gusta el diseño. Me gusta la parte social que conlleva. Utilizando herramientas digitales, además tiene un componente técnico que me encanta. Así, WordPress es una buena combinación de muchas cosas que disfruto.

Ahora, tanto Manuel como Dani me han ofrecido dos oportunidades para hacer algo en este ámbito. Pero, ¿cuál es mi nivel y qué va a suponer un reto sano en lugar de una frustación enfermiza? Si me descuidara, podría acabar como hace un par de años, cuando iba cada mañana a programar a la oficina aguantándome las lágrimas y temiendo tener que encerrarme en el baño a llorar en cuanto las cosas se torcieran más todavía. Así que mejor me cuido en lugar de eso.

El encargo de Manuel es, como freelance, para una empresa multinacional. Seguramente… No, se acabo el escribir. Aquí está Luqui con su madre. Seguimos más tarde.

Entretenimiento con Luqui, limpieza rápida de cocina, pasada de aspirador por toda la casa. Luqui y Daniela aprovechan el rato de sol para salir a dar una vuelta. Abro el MacBook y me pongo una banda sonora Lofi. Prosigamos.

Decía que el encargo de Manuel, seguramente mejor remunerado, conlleva además un deadline, una fecha de entrega, ajustado. Ahora mismo, estoy contento cuando un día puedo sacar un par de horas para hacer mis cosas. Ahora mismo, me puedo permitir trabajar en algo un par de horas al día. Eso es poco tiempo para aceptar cualquier encargo responsablemente.

Además de eso, están las condiciones laborales, las que me puedo proporcionar. Puedo sacar un par de horas a saltos y, ahora mismo, estoy sentado en la mesa de la cocina. Ni tengo una mesa grande, ni propia, y siquiera tengo montado un monitor en el que ver las cosas confortablemente. Tendría que apañarme con abrir el MacBook a ratos en cualquier rincón. Eso son condiciones laborales precarias. Tengo entendido que a principios del año que viene, en Enero, mi suegro finalizará la reforma y le meterá mano al Dachboden, literalmente el suelo del tejado, el desván. Allí está previsto hacer dos habitaciones y, una de ellas, la más pequeña y más oscura, será para mí. Ahora mismo, tener seis metros cuadrados solo para mí en los que poder hacer lo que quiera se me antoja como un sueño.

Además de eso, para el encargo de Manuel tendría que darme de alta como autónomo. Teniendo en cuenta que apenas estoy tanteando el terreno, no me sale a cuenta ponerme a hacer las gestiones para un único encargo. Y con esto, dando las gracias de nuevo a Manuel por la oportunidad, cierro este ejemplo de encargo que me sirve para aclararme un poco más acerca de lo que quiero hacer laboralmente próximamente.

Añado, en la posterior lectura de repaso, que también temo la parte técnica. Mi nivel de programación es muy bajo comparado con el de alguien que se dedique a esto profesionalmente. Puedo hacer pequeñas cosas, pero para algo más grande en WordPress tendría que empezar a bucear en la documentación. Me encantaría hacerlo, pero eso lleva tiempo. Ahora sí, cierro esta parte.

Por la otra parte, está el encargo de Dani. Me ha pedido que no dé detalles acerca del mismo, ignoro por qué pero lo respeto, así que describiré someramente en qué consiste.

En cualquier caso, se trata de un proyecto personal, así que podría hacerlo a saltos, sin darme de alta como autónomo y de una manera técnicamente más asequible, pues lo que quiere hacer ya lo he hecho antes.

Básicamente, lo que quiero es tomarme las cosas con calma. Estoy saliendo del Uncrunching, de treinta años de angustia, terror y dolor, y todavía estoy muy maltrecho. Con algo ahorrado, me lo puedo permitir, así que para qué me voy a apretar las tuercas. Ya lo he hecho en el pasado, cediendo a presiones, y ha sido una tortura. La gente, ni siquiera la gente a mi alrededor, tiene una idea, y a menudo ni siquiera aproximada, del infierno del que vengo. Y lo entiendo; yo no podía ni imaginarme que, como seres humanos, podemos experimentar tanto dolor durante tanto tiempo y que la experiencia humana se puede distorsionar hasta el punto en que se convierte en algo absurdo y aberrante. Pero al final se resume todo a lo mismo: yo soy el que mejor me conoce, yo soy el que mejor sabe lo que necesita y lo que me conviene y yo soy a quien le corresponde elegir sabiamente lo que creo para mí, en este momento en términos de trabajo. Para elegir sabiamente hace falta experiencia, y para conseguir experiencia hace falta experimentar y también equivocarse, pero en el proceso voy refinando y aclarándome cada vez mejor y eso me permite avanzar en la dirección en la que quiero ir.

Al margen de eso, hoy solazo. Excursión al mercado de Stadtbergen donde sólo he comprado algunas cosas en el outlet de Tschibo: una linterna LED frontal que alumbra como el sol para salir a correr o en bici o hacer lo que se tercie en la oscuridad, una de esas fundas para meter el móvil y ajustárselo en el brazo, y una funda con soporte para anclar el móvil al manillar de la bici, todo muy con vistas a deporte al aire libre. Javier, despierta, que viene el invierno.

En el outlet de S. Oliver me quería comprar unos pantalones y no tenían los que más me gustan a mí y que suelo comprar: los que llevan bolsillos en los laterales de las perneras. No tenían. Los últimos dos pantalones así los compré allí, pero hoy no tenían.

—No tenían mis pantalones de bolsillos laterales —le contaba a Daniela de vuelta todavía sin dar crédito.

—No estarán de moda —ni podía ni quería aguantarse la risa.

Pues menudo bajón. Tal vez los pueda comprar por Amazon.

Y las botas que me he probado, muy chulas y prácticas, con lazo y una cremallera lateral para facilitar el embutimiento podal, no sé qué les pasaba que estaban como retorcidas. Me apretaban el pie de una manera desagradable. Ligeramente desagradable, pero desagradable.

—Tal vez cedan con el uso —me he dicho.

—Ya, pero… ¿y si no lo hacen? ¿Voy a estar torturándome con estas botas durante años? No sería la primera vez.

¿Ves cómo yo sí que me conozco y sé lo que me conviene? Un poco más por aquí y hasta tendré confianza en mí mismo. Después de haberme hecho tanto daño con el Big Crunch, me está costando un huevo volver a confiar en mí. Pero yo me comprendo, me perdono y me doy otra oportunidad. Ah, el amor…

Comentarios

2 respuestas a «Trabajo»

  1. Avatar de Ramón
    Ramón

    Una de las razones por las que me gusta pasar por aquí a diario es que me veo, en ocasiones, reflejado en tus experiencias. La cantidad de veces que he dicho que si cuando sabía que no era lo que necesitaba / podía afrontar en ese momento. Y hay que conocerse muy bien y ser valiente para aprender a decir que no.

    1. Avatar de Javier

      Eh, qué guay, Ramón! Buena reflexión. Gracias por pasar por aquí a diario. Aprendamos juntos!

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