Señales de prosperidad

Domingo por la tarde. Después de estar lloviendo todo el día, se abren los cielos y sale el sol. Daniela y Lucas dormitan en el sofá y me pregunto cuánto va a durar. El lavaplatos suena de fondo. ¿Me dará tiempo a escribir una columna? “Cualquier otra cosa, casi, sería más ruidosa”, me digo para ponérmelo a huevo.

Ayer estuvimos en el lago. En el otro lago; en el lago junto al lago. Lucas llora. Se acabó el asunto.

—¡Rápido, un chupete! —dice Daniela en alemán.

Me levanto disparado: tal vez salvemos esto.

Lucas se revuelve sobre sí mismo en el sofá. Con las manos, se intenta arrancar las orejas. Se vuelve loco cuando no puede dormir.

En fin, estuvimos en el lago. Bañarse en un lago es una experiencia muy diferente de la que estoy más acostumbrado: bañarse en el mar.

Bañándome ayer en el lago, el agua estaba fría. En Valencia, a veces está incluso como una sopa, demasiado caliente. Metido en el agua, levanto la vista y sólo hay más agua. Aquí, levanto la vista y hay un espeso bosque verde de grandes árboles. Al fondo, unas enormes montañas: los Alpes. Es surrealista. Es como que no puede ser, pero lo es.

No hay olas. La superficie está quieta. Y aquí no veo patos. En el lago de al lado, los patos circulan en grupos de dos docenas y se acercan a la orilla, salen y caminan a sus anchas entre…

Se acabó la escritura.

Paso de Luqui por boxes. Paseo embarrado aprovechando la tarde soleada que ha quedado tras la lluvia. Cena. Luqui. Final de la copa de Europa. Italia gana en los penaltis.

Nueve de la mañana. Vienen a ver lo que habrá que hacer con la calefacción, otra vez. Lucas se duerme. Se aplaza la salida al lago para aprovechar el que tal vez sea, de nuevo, el único día soleado de la semana. Las partes de mí resbalan algo más ensamblándose un poco más entre sí. Me duele el pecho, los hombros, los codos, las muñecas… y aún así estoy mejor.

De modo que esta es una columna escrita entre dos días. No es la primera, pero sí que es la primera vez que lo menciono. ¿O no?

Cinco cajas de mudanza ya cerradas y apiladas. Dos cajas de cartón vacías y abiertas. Un saco con ropa para donar. 27 grados para hoy.

El sábado volvió a arrancar el Modus sin novedad. La lógica dice que hoy también lo hará. Y aquí estamos, a expensas de que el Luqui termine la siesta y pase de nuevo por boxes. Luego pondremos rumbo al lago.

—No hace falta que vayamos —dice Daniela.

—¡Nos vamos al lago! —grito yo, medio en broma medio en serio.

Si hay un día a la semana de sol y calor, si el verano pasa aquí como a través de las rendijas de una persiana, lo quiero vivir tanto como pueda.

Buenas señales son estas, pardiez. Buenas señales de prosperidad.

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