Nueva vida para el ordenador viejo

Una mañana más, aquí estoy escribiendo las páginas matutinas, las páginas matutinas públicas. Como digo en el título, mi viejo ordenador acaba de recibir una nueva vida.

Ayer le instalé Linux. Se ha convertido en algo así como un ritual: cada vez que enfrento una crisis vital, me pongo a escribir e instalo Linux. Me encanta ese sistema operativo, pero sobre todo me encanta la filosofía sobre la que se sustenta: la cooperación.

En un par de días de uso he terminado harto de ver arrastrarse al pobre ordenador y de sentir esa exasperante lentitud. No tenía por qué ser así.

Ha venido funcionando en los últimos años con Windows 10, en concreto con una copia que me regaló Ángel Alegre una vez que pasó unos días en mi casa. Al parecer, como antiguo empleado de Microsoft, tenía algunas licencias de las que podía hacer uso. Instalamos el sistema operativo y lo he estado usando de manera bastante satisfactoria durante los últimos años. Parecía que, por fin, Windows empezaba a funcionar bien.

También había instalado Linux en una partición del mismo disco duro, una variante Ubuntu, pero tenía una pega: al parecer el soporte para la tarjeta gráfica Nvidia era muy precario, lo que hacía que, de alguna manera, prácticamente todo el tiempo, el procesador se calentara demasiado y el ventilador, muy ruidoso, permaneciera activo casi constantemente. Eso era inaceptable, lo que se lo puso muy fácil a Windows.

Después de muchos años peleándome con Linux, pues cuando empecé con él tenía que meter a mano en un fichero de texto la cadena de caracteres que tenía que marcar el módem para conectarse a Internet, pasé por una fase en la que tenía ganas de simplificarme la vida. Al ordenador sólo le pedía que funcionara, y que lo hiciera silenciosamente. Windows lo logró en su versión 10. Yo estaba satisfecho.

Pero en los últimos años, Windows 10 se ha ido haciendo más pesado. Eso está bien para los ordenadores más modernos, pero mi viejo portátil Dell, que debe de tener al menos ocho años, empezaba a renquear. Para que os hagáis una idea, desde pulsar el botón de encendido hasta que Windows terminaba de cargar, mostraba el escritorio y se estabilizaba lo suficiente como para empezar a trabajar, debían de pasar unos tres minutos. Eso tampoco hubiera sido determinante si después hubiera ido medianamente suelto, pero no era el caso. Así, se imponía la acción.

Descargué Lubuntu, una versión ligera de Ubuntu Linux apropiada para equipos antiguos. Tiene un entorno de ventanas algo feo para mi gusto, pero al menos muy funcional. Tras una instalación algo árida en modo texto con redoble de tambor al trastear con las particiones (sería buena idea que el instalador mostrara las descripciones de las particiones) tuve suerte y todo se instaló adecuadamente. Luego a reiniciar y zas: ordenador nuevo.

Arranca en menos de un minuto y después va suave y ligero. Las aplicaciones se abren rápidamente y se mueven sueltas. He instalado Audacity para grabar el podcast y Kdenlive por si me diera por grabar y editar vídeos. Al primero seguramente le tendré que aplicar algún complemento para exportar mp3 (o tal vez no, que esto es Ubuntu), pero cada problema a su tiempo.

Sin embargo, todavía no estoy completamente satisfecho, pues la conexión a Internet me está dando problemas, mostrándose inestable. He estado revisando algunos foros y parece que es un problema común con diferentes posibles soluciones. Ayer probé a eliminar la configuración IPv6 y le di una IP fija al ordenador. Tras un reinicio funcionó toda la tarde como la seda. Hoy, al volver a arrancar, ha vuelto el problema. La configuración IPv6 está desactivada y la IP sigue estando ahí, pero la conexión vuelve a oscilar del mismo modo que ayer. Engorro.

Al margen de eso, ayer escribí a mi antiguo jefe para recordarle que le había dado a su compañero unos documentos para el INEM alemán y decirle que por favor los rellenaran y los remitieran. Además de eso, le pedí unas Arbeitszeugnis, algo así como unas notas de mi desempeño. A mí nunca me las han pedido en un empleo nuevo, pero según Daniela son como el sol: necesarias y fundamentales. Pues bueno, ya están pedidas.

También he hecho algunos ajustes más a la página web. En concreto he cambiado el tipo de letra de los widgets en la parte superior e inferior, que ahora es de tipo “helvetica”. Se lee mejor a ese tamaño y se diferencia mejor del texto de la columna, así que le da más protagonismo.

También seguí en Facebook discutiendo con un lector de antaño al que parece que no le gusta, e incluso le molesta, que escriba lo que me da la gana. En particular parece molestarle que no escriba cosas de risa. Mi cuerpo, después de sentir que el tío no me suelta y sigue escribiéndome comentarios, me pide contestarle: “Pues tío, vete a tomar por culo”. No “Vete a tomar viento” o “Vete al cuerno”, sino “Vete a tomar por culo”. “Vete a la mierda” también sería una opción cercana a expresar lo que siento, pero no tan acertada como “Vete a tomar por culo”. Sin embargo, mi cabeza, que tiene un exceso de educación, ha terminado imponiéndose y siendo mucho más condescendiente. Esto se está convirtiendo en un problema que requiere de una solución. Soy demasiado amable. Soy demasiado condescendiente. Necesito hacer sitio para lectores a los que les guste lo que hago, que seguro que hay muchos. Y en fin, lectores con cuyos comentarios me siento agredido, de esos cada vez menos, por favor. Gracias.

Y bueno, con esto ya he terminado prácticamente la columna de hoy. Para terminar, adelantar que estoy considerando empezar a ofrecer mis servicios, de entrada gratis. ¿Cuáles son mis servicios? Pues en eso estoy.

¿Qué puedo ofrecer yo que disfruto hacer?

  • Servicios de escritura
  • Servicios de consultoría vital con PNL e hipnosis
  • Creación de páginas web con WordPress

Puedo empezar a ofrecer estos servicios gratuitamente y así:

  • Pruebo a hacer estas cosas para otros
  • Aprendo acerca del proceso, de los pasos y de los requerimientos.
  • Me lo pongo fácil para empezar

El siguiente paso sería cobrar precios simbólicos y el siguiente empezar a trabajar profesionalmente. Con esto me abro tres caminos diferentes que puedo disfrutar y que incluso podría combinar entre sí para triplicar la diversión.

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