No code – Low code

Hacía tiempo que no disfrutaba de una de estas mañanas: me levanté a las siete, practiqué mi yoga y después me quedé confuso porque Daniela y Lucas no aparecían. Después de preparar la mesa para el desayuno, finalmente decidí sentarme y escribir la columna. Hoy tenemos asuntos informáticos de nuevo.

A mis 45 años, tengo lo que llaman presbicia, que también llaman vista cansada. Ahora mismo estoy mirando a través de las gafas que me hice hace unos meses y tengo que entornar los ojos para enfocar las letras en la pantalla. A veces pienso que es una señal de que debería estar haciendo otra cosa, pero todo es cuestión de equilibrio y de compromiso conmigo mismo.

Llevo un par de días investigando, más bien explorando, eso del No code y Low code. ¿De qué va eso, Javier? Bueno, básicamente, de programar sin saber programar. Así es cómo lo anuncian.

No tienes que saber programar, pero, por ejemplo, conviene saber lo que es una tabla en una base de datos o una API REST, así que bueno, la cosa no es tan sencilla como la pintan. Algo hay que saber, y para eso hay que aprender y practicar. Y ya que nos ponemos, mejor hacerlo con gusto y disfrute. Pero esa es otra historia.

Mi primera aproximación a esto fue a través del App Inventor del MIT (aquí su versión 2), donde se pueden hacer aplicaciones para Android simplemente cogiendo y arrastrando piezas que representan código y que encajan entre sí. Es un poco como hacer un puzzle: aquí una igualdad, aquí una variable, aquí un condicional, aquí la condición… y las diferentes partes van encajando entre sí. Está muy bien hecho y es muy ingenioso.

Con el App Inventor me hice una aplicación que me asistía en mi trabajo conduciendo y aparcando coches en el concesionario de BMW en el que estuve trabajando hace unos años.

Era una app sencilla. Tenía un menú principal que daba acceso a la linterna, para ver posibles daños en la oscuridad del parking, a la cámara, para hacer fotos de los desperfectos, y a un método de entrada que me permitía construir una lista de dónde aparcaba cada coche. Además de eso, al cabo de un mes, automáticamente, borraba las fotos más antiguas y que ya no necesitaba.

La app tenía un aspecto muy basto, tampoco me esmeré mucho en que luciera mejor porque me interesaba principalmente la funcionalidad, y me servía excelentemente. Llevaba un móvil viejo en el bolsillo y con esta app me construí un dispositivo que me ayudaba mucho en mi trabajo.

Hace un tiempo oí de AppGyver en el podcast de Joan Boluda. El hombre habló entusiasmado de la plataforma.

AppGyver viene a ser un MIT App Inventor evolucionado, y mucho. Como el primero, tiene básicamente dos vistas: una del interfaz y otra de la lógica. Esta última se construye a base de bloques que se conectan entre sí, aunque no tanto como piezas de un puzzle sino mediante “cables” que representan esas conexiones.

Estos días he estado dándole un tiento para ver si podía avanzar en una aplicación sencilla para gestionar las finanzas, donde pueda entrar los gastos y llevar un registro, pero me he quedado atascado en la sencilla parte de conectar las variables con los campos de entrada. Hacer que se guarden en una base de datos local, eso me ha quedado todavía más lejos. Y lo peor es que tiene relativamente poca documentación. Esto me ha hecho darme cuenta de lo valiosa que es toda la información que se puede encontrar en proyectos de software abierto con grandes comunidades, como el App Inventor mismo o WordPress, por poner dos ejemplos.

He oído también acerca de Bubble, pero no lo he probado.

¿Conocéis estas herramientas? ¿Habéis hecho algo con ellas? ¿Cuál es vuestra opinión?

Otro día os hablaré de otros caminos que estoy explorando en esto de construir un futuro informático.

Comentarios

Deja una respuesta