Hasta que vaya encontrando mi rutina, iré escribiendo a saltos. Hoy, por ejemplo, son las siete y cuarto de la mañana, y estoy sentado sobre el borde de la cama medio tapado con los edredones y el ordenador sobre las piernas. Me he puesto las gafas porque, por las mañanas, recién despertado, me veo menos que un gato de escayola.
Me desperté a las seis y media y aproveché para poner el ordenador a descargar los dos gigas y medio de update de Big Sur, el sistema operativo del Mac. A estas horas puedo tirar de la red de la casa de mis suegros sin molestar a nadie. El update se descargó y después salió un mensaje de que algunas instalaciones no se pudieron llevar a cabo. Así que se ha quedado el iconito de las preferencias del sistema con el puntito rojo con un uno dentro para decir que hay un update pendiente. Si tiro a hacerlo, me dice que algunas instalaciones no se pueden llevar a cabo. La pescadilla que se muerde la cola. El primer update del ordenador ha salido rana. Es una lástima. Tal vez Ramón pueda echar luz sobre el asunto, ya que mencionó en un comentario que tenía también un MacBook Air. ¿Habrá podido actualizar? En fin.
Hoy, con ayuda de la gente que nos ayudó con la mudanza, vamos a meter la casa dentro de la casa. A partir de las nueve y media empezaremos a sacar cosas del garaje y a meterlas en la vivienda, repartiéndolas por las diferentes habitaciones. Nos espera mucha faena.
La gran pregunta hoy es si dormiremos en casa esta noche. Bastan un par de colchones en el suelo, pero estaría bien tener unos mínimos de calidad, como llenar la nevera, equipar el baño, tener algunas cosas a mano. Yo no lo veo, pero el día es largo y tal vez lo logremos, aunque nos lo podemos tomar con calma. ¿Para qué correr? Esta es una ventaja de tener a los suegros cerca.
Ayer llegó mi bici. Me la había enviado mediante un transportista polaco que encontré en una plataforma de envíos, clicktransport o algo así. La recogió hace un par de días y ayer, mientras limpiábamos en la casa nueva y metíamos un par de cajas, aparcó el hombre en la puerta y bajó la bici. Impresionante. 140 euros.
Contaría más cosas, especialmente acerca de lo que hice este verano y de las nubes de mosquitos que nos azotaron, pero mi postura es aquí algo precaria y el fresco me rampa las pantorrillas, así que lo voy a dejar aquí y voy a bajar a ver si me dan de desayunar.
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