La técnica tobogán

Íbamos a ir al banco tras la parada en boxes de Luqui, pero parece que se ha quedado groggy después del almuerzo y, de momento, yace inconsciente en la cama, así que aprovecho este momento de duración indeterminada para echar unas líneas y, con suerte, tal vez me dé tiempo a terminar una columna entera.

Me escribe un nuevo lector preguntándome cómo se puede suscribir para recibir las nuevas entradas por correo. La verdad es que no puede. He probado diferentes soluciones y ninguna me ha convencido, así que, de momento, lo he dejado estar. Os invito a venir al ESDLV de lunes a viernes, o cuando os apetezca, que los fines de semana también está abierto aunque no haya nada nuevo.

Me dice también este nuevo lector (cuyo nombre dejo en el economato porque… ¿quiere que le mencione? ¿Es esto un grado de privacidad aceptable para él?) que le gusta mucho mi estilo: elegante y limpio. Y que domino la técnica tobogán. Me pregunto qué eso de la técnica tobogán.

Cuando empecé a escribir columnas en 2002, hablé conmigo acerca de mi manera de escribirlas y me propuse que leer mis entradas fuera como subirse en un tobogán, que subes la escalera, te sientas y, una vez te tiras y empiezas a leer, deslizas suavemente hasta el final. Tal vez se refiera a eso.

En casi 20 años, he tenido mucho. Momentos en los que esto funcionó muy bien, momentos en los que no funcionó nada y momentos en los que te tirabas por el tobogán y se te enganchaba el pantalón y te lo rompías o te dejabas los huevos en un saliente (los huevos o lo que se terciara, ustedes ya me entienden). Pero bueno, con la experiencia, con la salud, con el equilibrio y con la práctica, el tobogán hoy está más pulido y tirarse por el mismo resulta una experiencia agradable y divertida. Podría hablar acerca de cómo lo consigo, pero hoy prefiero tirar por otro lugar. ¡Cambio de vía!

Diez y media de la mañana y ya he ido al supermercado y he vuelto, y eso que hoy ni siquiera tocaba supermercado.

Cielo gris. Una extraña mezcla de lluvia y niebla en el aire. Dudaba acerca de si el agua caía o se mantenía en el aire. Latas de cerveza vacías alejándose en la cinta de la máquina de recoger latas vacías.

Eso se hace aquí.

Guardamos las latas vacías de cerveza y luego las devolvemos al supermercado. Ni siquiera las puedes chafar; las tienes que llevar enteras. No sólo la lata resulta valiosa, sino al parecer también el espacio vacío que contiene. Por su parte, las botellas de vidrio se conservan de la misma manera y se devuelven al comercio de bebidas.

Dan 25 céntimos por cada lata y menos, tal vez 10 céntimos, por cada botella de vidrio.

Luego, básicamente, a comprar verdura.

Me sigo sorprendiendo a mí mismo.

Ahí estoy, de pie, recorriendo las diferentes cajas repletas de verdura. ¿Qué ensalada cojo esta vez? ¿Compro los calabacines normales o los bio? Voy a tomar otro kilo de zanahorias que nos quedan muy pocas. Y mira: una calabaza, que así me hago una sopa y mañana, cuando vuelva del dentista jurando en arameo, ya tengo la cena blanda resulta.

A lo largo de mi vida independiente me he alimentado, básicamente, de comida de astronauta.

Bueno, eso hubiera querido. Muchas veces he deseado alimentarme literalmente a base de pastillas, como los astronautas. Comer era una experiencia sumamente angustiosa para mí.

No venden pastillas para astronautas a los que sólo tenemos corazón de astronauta, pero sí que hay toda una paleta de alimentos ultra-procesados que son el equivalente terrestre. Aún así, mi cerebro, que mucho me quiere, a menudo ponía de su parte para que comiera relativamente sano y me abstuviera de los abusos. Todo con Geometría y Teología, que decía Ignatius y que me recordó Manuel el otro día en un email. Me hizo sonreír.

Así que bueno, con esta columna, un poco sin norte, tanto en el texto como en el blog, pero con una grata sensación de disfrute y de amor por lo que hago, con la sensación de no ir a ninguna parte y a la vez estar a gusto donde estoy, alcanzo las 700 palabras y decido que ya está bien por hoy.

Me pregunto qué puedo hacer de utilidad. Tal vez darme de alta en el Arbeitsamt, que les dije que lo haría cuando llegara a Stadtbergen y todavía lo tengo pendiente.

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