La plétora de terapias encauzantes (II de II)

También acudí a un taller de reiki. Demasiada gente para mí en aquel momento, demasiado terrorífico. Además, por entonces ya sabía algo de hipnosis y podía explicarme todo aquello como sencilla sugestión hipnótica y alucinación colectiva.

Esto me lleva a otro punto por el que pasé y al que ya había recurrido en el pasado: la homeopatía.

Muchos años antes, todavía antes de irme a Alemania, cuando mis padres me llevaban con creciente desesperación de consulta en consulta, llegamos a estar lo suficientemente desesperados como para acudir a un médico homeópata. En mi casa, aquello era como recurrir a un brujo. El hombre hasta sacó un péndulo. Pero ya digo que empezábamos a estar desesperados.

Por resumirlo, si no funcionaron los ansiolíticos, tampoco funcionaron las bolitas de azúcar.

Pero en 2012, después de mucho reiki y reflexología y apertura mental, cuando empezaron a salirme unas ronchas en la barba, estaba preparado para tratar el asunto homeopáticamente.

En mi barba habían aparecido, en el plazo de un par de semanas, algunos claros. El proceso de deforestación era sorprendente. El médico me tomó la tensión y me preguntó si estaba estresado.

Le iba a decir que no. Pasaba todo mi tiempo en casa y salía para ir al supermercado, al curso de PNL y poco más. Ni trabajaba ni tenía nada especial que hacer. Vivía de lo que había podido ahorrar en Alemania trabajando como ingeniero. Tenía como que ninguna responsabilidad, y de ahí que fuera a responderle que no estaba estresado. Sin embargo, algo me detuvo: estaba estresado. No sabía ni cómo ni por qué, y me sorprendió, pero aquel estado en el que me encontraba no podía ser de relajación.

El hombre me recetó tres botecitos de pequeñas bolitas de un preparado homeopático. Según me explicó, estaban elaboradas con unas sales que extraían unos forzados marineros de la costa del norte de Francia. Fui a la farmacia y las compré. Cada día, con el desayuno, la comida y la cena, tenía que contar quince bolitas de cada bote y ponérmelas sobre la lengua. Un mes después volvería a ver a aquel hombre.

Las ronchas seguían allí. Mi dinero empezaba a escasear. Tenía que pagar la segunda consulta y volver a comprar más bolitas de azúcar. Por entonces, yo me hacía sesiones de auto-hipnosis cada día y estaba muy suelto. Me dije que bien podría yo contarme una historia mejor que la de los esforzados marinos franceses.

Aprovechando que ya había creado el ritual de las bolitas tres veces al día, resolví que lo cambiaría por el siguiente: en vez de tomar las bolitas, me iría al cuarto de baño, me pondría frente al espejo, me miraría a los ojos y me diría, varias veces, que estaba en proceso de hacer volver a crecer la barba en los círculos despoblados.

Repetí el proceso religiosamente. Cada día, por la mañana a mediodía y por la noche, me iba frente al espejo y repetía que estaba en el proceso de hacer crecer mi barba.

Yo soy muy crédulo. Me puedo creer cualquier cosa rápidamente. En poco tiempo me creí que aquello era cierto. Un par de semanas más tarde, los primeros pelos asomaron en las partes imberbes. Todavía un par de semanas más tarde, mi barba volvía a la normalidad. Aquello fue verdaderamente sorprendente, un asunto de brujería.

Si me preguntas hoy, sospecho lo siguiente.

Por entonces yo pasaba mucho tiempo sentado frente al ordenador, y apoyaba mi barbilla sobre mi mano. A veces cogía mi quijada con la mano, apoyando mis dedos en determinados lugares. Por la forma y el tamaño de los claros en la barba, sospecho que el rozamiento diario de mis manos sobre mi cara hizo que desapareciera el pelo de la misma. El cabello es flexible pero también es quebradizo. El frotamiento inconsciente y repetitivo puede quebrarlo. Lo sé por los primeros años que pasé recuperándome del Big Crunch, con sesiones de diez o doce horas diarias tumbado en el suelo retorciéndome y presionando la cabeza contra el suelo para hacer palanca contra el mismo y mover vértebras. En el lugar en el que presionaba la cabeza repetitivamente contra el suelo me salió una calva. El peluquero me contó que el pelo se rompe fácilmente. Yo no tenía ni idea. A veces, simplemente, no nos damos cuenta de lo que hacemos; lo hacemos inconscientemente. A veces sólo hay que hablar con el responsable directo del asunto.

También recibí mucha quiropraxis. Estuve yendo durante años una vez al mes y, aunque me ayudó mucho, el poner las vértebras algo más en el sitio tenía un efecto muy temporal. Los músculos estaban tensos y la estructura muscular rotada y petrificada, y al poco las vértebras volvían de nuevo a su posición inicial. Incluso así, como digo, me estuve valiendo también de esto porque, de algún modo, me ayudaba.

Y esto es lo que recuerdo al respecto. En retrospectiva, y con esta actitud que mencionaba al principio de apreciar cada uno de los pasos, incluso los equivocados, que me permitieron encontrar los acertados, me siento agradecido por cada una de aquellas cosas que probé y por las personas que, de buena fe, con mayor o menor fortuna, me ayudaron en el camino.

Y vaya, con esto me he ido a las 2.300 palabras, así que voy a dividir esto en dos partes y lo publicaré en los dos próximos días. Podéis esperar la continuación de esto mañana. Pero en fin, cuando leáis esto ya lo sabréis, así que me pregunto qué sentido tiene preveniros aquí.

Pero bueno, listo con las páginas matutinas.

Comentarios

6 respuestas a «La plétora de terapias encauzantes (II de II)»

  1. Avatar de Tato Malonda
    Tato Malonda

    Eso suele ser un problema de hongos y puede ser que la postura del “pensador” de Rodin que comentas tenga algo que ver ya que humedece la zona y es terreno propicio para los hongos. Te lo dice un farmaceútico.

    1. Avatar de Javier

      Hola Tato, gracias por tu aportación.

      Conozco los hongos por haber albergado alguno alguna vez. Hay dos cosas que me llevan a pensar que se trata de algo diferente: la ausencia de algún tipo de marca o aspecto de hongo y la ausencia de picor. Simplemente dejó de salir pelo.

      ¿Cómo es la cara una zona húmeda en comparación con una ingle o una axila?

      1. Avatar de Tato malonda
        Tato malonda

        La piel es el órgano que más pesa de nuestro cuerpo. Es nuestro traje de neopreno y tiene un grado de humedad en toda su superficie.

        1. Avatar de Javier

          Comprendo. Gracias por tu respuesta.

  2. Avatar de Jose
    Jose

    Gracias Javier por compartir tu proceso de búsqueda. ¡Y enhorabuena por la persistencia!

    1. Avatar de Javier

      Un placer Jose. Gracias por la sugerencia y el aprecio de mi persistencia 🙂

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