La Elsteronlinezentrallestelle

Esta palabra tiene truco. Seguro que, al menos entre Elster y online, y online y Zentrallestelle, hay un guión. Las palabras en inglés, al componer vocablos alemanes, se separan con guiones. Pondría un ejemplo, pero para eso tendría que encender el cerebro y, sinceramente, ahora no me apetece.

Llamé por enésima vez. En esta ocasión, en lugar de salir el mensaje de que todos los operadores estaban ocupados, salió una marchosa melodía.

Una guitarra eléctrica despuntaba con un punteo en las notas más altas. De fondo, un órgano eléctrico surcaba un potente compás. Cuando escuchas muchas melodías de teléfono al hacer burocracia, empiezas a hacer distinciones. Al principio no muy sutiles; es diferente esta melodía de ese piano suave, con esas notas haciendo sonidos alegres.

—¡Oh sí, estoy dentro! —me dije.

Ahora sólo era cuestión de esperar. Tal vez me dijeran el tiempo aproximado de espera, o que el siguiente operador sería el mío. O tal vez quedara ahí a mi suerte, al compás del tema rockero, simplemente esperando indefinidamente.

De pronto, entró el mensaje que ya conocía:

—Ha llamado usted a la Elsteronlinezentrallestelle. Desgraciadamente, en este momento todos nuestros operadores están ocupados. Por favor inténtelo de nuevo más tarde.

Bueno. Por lo menos avisan y el mensaje es claro. Colgué.

Es casi imposible llevar en Alemania un par de años y no saber lo que es el Elster.

El Elster es el programa para hacer la declaración de la renta. Antes el Elster Formular. Este año, el Elster Online, pues se abandona el programa que se instala en favor de su versión online. Al menos algo así me ha contado mi asesora financiera.

Pensaba antes, jugando con el Luqui, en mi incipiente nuevo camino profesional.

Jugábamos con un juguete nuevo que, de momento, se le queda grande.

Es una madera plana de poco más de un palmo de los míos y un centímetro de grosor. En la madera hay recortadas unas coloridas figuras: un perro, un pato, un conejo y un gato. Cada figura tiene un pequeño pomo de madera de modo que se pueda tirar del mismo y extraer la figura.

La gracia del juguete, al menos para mí, consiste en extraer las figuras, mezclarlas y volver a colocarlas. Evidentemente, cada figura entra solamente en una silueta. Al principo me costó un poco. Ahora ya me las sé de memoria.

El Luqui juega diferente: toma la figura y la manda a tomar viento. Entonces toma la siguiente y hace lo propio. Cuando se le acaban, se termina el juego. Yo corro a reponerle las figuras. Encontramos un cierto ritmo y un cierto equilibrio, como cuando monto las torres con las piezas de madera de colores y él las destruye ipso facto.

Pues pensaba, mientras jugábamos a las figuras de madera, en que me siento, laboralmente, como el Luqui aprendiendo a jugar con las figuras de madera. ¿Esto se saca? ¿Luego que hago con esto? ¿Esto dónde va? ¿Qué pasa si saco la figura y la mando a tomar viento? ¿Cada figura entra solamente en un sitio?

Antes hubiera dicho “dar palos de ciego”, pero es interesante tener más metáforas para expresar lo mismo.

Hoy nos hemos levantado poco después de las seis. Luqui berreaba intensamente. Desayunado, recogido, fregado, duchado, jugado. Ahora es poco más tarde de las nueve.

La columna de hoy ya está casi terminada. En balde le he dado un par de tientos al peor sapo de hoy. Aunque no haya tenido éxito, eso también cuenta. Cada intento fallido es, en cierto modo, también un éxito.

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