La columna tardía

Normalmente suelo escribir por la mañana. Suele ser una de las primeras actividades de la jornada, si no la primera; una vez he desayunado y me he duchado. Hoy se ha retrasado y, además del reto de las mil palabras, el reto va a ser soportar a los mosquitos.

Esto de la evolución de los mosquitos merece algo de tinta electrónica.

Durante muchos años, sólo hubo un tipo de mosquitos. Ni siquiera había que especificar; simplemente se hablaba de mosquitos. Fueras adonde fueras, los mosquitos eran siempre iguales. Eso simplificaba mucho las cosas.

Hace unos pocos años, sin embargo, llegó una nueva especie de mosquito que revolucionó el mundo mosquiteril: el mosquito tigre.

Lo primero que llama la atención es su diseño. Negro con rayas blancas, atrevido, elegante y de rasgos afilados, parecía diseñado por el mismo autor de las avispas. Si hubiera que hacerles un anuncio para venderlos, el eslogan sería algo así como: «Se acabaron los juegos». Porque mucho más allá del diseño, los nuevos mosquitos tigre llevaron la dinámica mosquito-humano al siguiente nivel.

Los mosquitos clásicos eran lentos y grandes. Podías verlos volando lentamente y aplastarlos fácilmente de una palmada. Picaban una sola vez, dos si te cogían despistado. Los nuevos mosquitos tigre eran, claramente, otra cosa.

Más pequeños, más ágiles, más rápidos. Perdían menos el tiempo. En lugar de volar inútilmente, si levantaban el vuelo eran para encontrar otro lugar que picar.

Los mosquitos tigre revolucionaron las tardes de verano. Picaban mucho y lo hacían a mala leche. Rompían ese equilibrio de «Vale, me picas, pero luego te cojo y se acabaron los picotazos» o «Mira, te voy a dejar que me piques que me das pena». Los mosquitos tigre eran difíciles de alcanzar, y vaya si los querías cazar.

Ahora, cuando parecía que el mosquito tigre era lo último y lo peor, cuando parecía que tendríamos mosquito de calidad para los próximos veinte o treinta años, este verano nos estamos sorprendiendo con la siguiente generación, a la que llamaría los “mosquitos bala”.

Los mosquitos bala son pequeños, y acentúan las características mortíferas de los mosquito tigre. Son más pequeños; más difíciles de cazar por la simple dificultad de seguirlos con la vista. Se posan, pican y vuelan. En lugar de un sólo picotazo con el que se recrean, hacen varios picotazos en secuencia, dificultando todavía más su caza. Se posan, pican y, cuando has seguido el procedimiento y los vas a aplastar, parecen detectar la aproximación de la palma de la mano y vuelan de nuevo antes de que los puedas alcanzar. Son tan letales que me tengo que quitar el sombrero. El otro día uno me picó media docena de veces sin que pudiera hacer nada al respecto. Más tarde, me puse a hacer yoga y me tuve que marchar ante su clara hegemonía del comedor. ¿Repelente? Ja. Te picaré en la mandíbula, en la oreja, en la nariz, en la ceja o a través de la camiseta. Ciertamente impresionantes.

Pero no todo iban a ser mosquitos en las viñetas del Señor.

Ayer me acerqué a casa de mi amigo Dani, que vive cerca de casa de mi padre. Estuvimos un rato dentro de casa con el aire acondicionado, charlando, hasta que un rato después se unieron un par de amigos más. Sin máscaras, tomando unas cervezas, en interior y, a todo lo más, manteniendo una cierta distancia. Lo pasamos muy bien y me alegré mucho de verles.

Hoy mi amigo, que tiene mujer e hijo pequeño, recibía la vista de otra pareja con un crío pequeño. El crío pequeño llevaba con un par de días con toses, así que habían decidido hacerle un test de Coronavirus. Y atención: ha salido positivo. Evidentemente han cancelado la visita, pues pasarán los próximos días encerrados en casa.

Con esto quiero decir… la verdad es que ni siquiera sé lo que quiero decir. Lo que quiero preguntarme es cómo hago para permanecer sano hasta mi vuelta. En fin, que sea lo que Dios quiera. Básicamente, a todo se reduce eso. Puedo imaginarme el siguiente comentario de Rosana.

Con esto estoy cerrando la primera de las dos semanas que voy a pasar aquí.

Hoy ha salido publicada la columna del dinosaurio de mi sobrino, lo cual le ha hecho mucha ilusión. Me pregunto cuántos aplausos ha recibido la columna sólo en esta casa.

Por otra parte, la operación «arrancar moto» está en punto muerto, ya que me parece que no voy a conseguir venderla antes de que termine agosto, lo cual es una lástima. Para el lunes o el martes tengo previsto comprar una batería nueva y cruzar los dedos para que arranque, pues mi amigo Dani, al contarle lo sucedido, mencionó que podría ser un asunto de fusibles. Ni siquiera había pensado que la moto llevara fusibles, pero claro: lleva fusibles. De ahí lo de cruzar los dedos.

Con esto llevo ya 850 palabras de la columna de hoy, así que para terminar voy a hablar de lo bien que he dormido esta noche.

Me fui a dormir a medianoche y me he levantado a las once de la mañana, así que he dormido aproximadamente unas once horas. Me siguen entrando las vértebras en el sitio y todo lo que de ellas cuelga, que es mucho, con lo cual estar tumbado en la cama está empezando a convertirse en un placer por primera vez en treinta años. El jolgorio que esto me produce es difícil de expresar, especialmente cuando estoy aprendiendo a mantener una cierta estabilidad emocional. Lo que puedo decir es que, aunque todavía no he llorado desde que estoy aquí, ya me va haciendo falta.

Mi sobrino y mi cuñado salen de la piscina. Mi sobrino pide con intensidad algo que comer. Mi tío se levanta de la siesta y se pone a mi lado a escribir su diario. Llego a las mil palabras.

Es el momento de levantar el campamento.

Otra imagen de Lyon que tenía pendiente.
No tiene nada de especial, pero me encantó la manera en que se ponía el sol sobre las vías del metro en esa cuesta.

Comentarios

2 respuestas a «La columna tardía»

  1. Avatar de Silvia
    Silvia

    ¡Hola! Llevo unas semanitas leyendo tu blog y me he decidido a dejarte un mensaje.
    El caso es que ya te seguía en tus dos blogs anteriores hace mil años y ha sido un placer retomar SDLV.
    Ánimo con esos mosquitos, yo también soy de Valencia, y doy fe de la malignidad de esos bichos. Aunque para mí, el ataque es a traición en la oficina. Tal cual, me paso ocho horas al día siendo a tacada por los putos mosquitos tigre.

    Un saludo!

    1. Avatar de Javier

      ¡Hola Silvia! Muchas gracias por tu comentario y por leer este blog y los anteriores hace mil años.
      Ánimo a ti también con los mosquitos. Prueba el repelente, y no me refiero a ese tipo de la oficina. Tal vez eso te ayude.

      Un saludo! 🙂

Responder a Silvia Cancelar la respuesta