La columna extra

Esta mañana estoy escribiendo de vuelta en la cocina, con el ordenador sobre la mesa de la misma y mirando por la parte inferior de mis gafas bifocales. Llevo hora y media despierto y sigo sin verme una torta. Tecleo en el silencio de la mañana preguntándome si me dará tiempo a terminar la columna.

En eso caigo: ya se ha publicado la columna de hoy. La programé ayer. Seguramente estará ya en portada. Se me hace confuso eso de programar las entradas. Me hubiera gustado que esta saliera hoy. “¿Para qué?”, me pregunto.

Hoy me desperté antes de las seis, a eso de las cinco y media, calculo. Estaba inquieto en la cama, seguramente porque a las diez he quedado con esta mujer para una posible colaboración y quiero causarle una buena impresión. ¿Una buena impresión? ¿Qué significa eso específicamente? ¿Y acaso tengo yo algún control sobre la impresión que le cause? Eso es asunto suyo. Inconsciente, tal vez, pero asunto suyo. Yo sólo puedo ir y hablar con ella y hacerle preguntas acerca de lo que necesita. Básicamente, eso es todo lo que puedo hacer además de ofrecer mi ayuda. ¿Y si no sale la colaboración? Pues ya saldrá otra cosa.

Pero estas preguntas que me aclaran y me ponen en mi sitio consigo hacérmelas más tarde.

A las seis me levanto. No sé si salir a correr o practicar una sesión de yoga.

Salgo a correr. Me encuentro al vecino del vecino de la esquina, que a las seis de la mañana sale para hacer no sé qué con su contenedor de basura. Tal vez a tirar basura. ¿Qué me importa?

Está oscuro y hay un par de grados, que a estas alturas es una temperatura agradable. Corro en la quietud de la mañana. Me siento bien.

Llego a casa, tomo la esterilla y la extiendo sobre el suelo de la cocina. Practico una sesión de yoga. Al terminar, me siento y medito. ¿Tal vez media hora?

Al acabar, sigilosamente, voy a mi habitación y rescato el ordenador y las gafas. Me siento en la mesa de la cocina y me pongo a escribir.

Esta semana hice un par de ajustes de forma al blog. El primero fue modificar ligeramente el logo.

He tomado la imagen del astronauta y la he girado cinco grados en sentido horario, lo que le da un poco más de… ¿dinamicidad? Parece que esté más en movimiento, que lleve más inercia, más velocidad. Me pregunto si lo habéis notado. Para algunos, tal vez todavía tiene que renovarse la caché. La antena de la mochila ya no está completamente vertical.

Por otra parte, ayer cambié la fuente, de domine a lora. Es muy similar, solo que un poco más estilizada. También me parece algo más pequeña, lo que no me termina de gustar, pero bueno. La voy a dejar unos días y a recibir vuestro feedback. Este cambio sí que debería estar ya disponible para todos.

Ayer segunda clase con Manuel. Fue una pasada. Menuda paliza nos pegamos.

Yo tenía previsto hablar acerca del tema de mis honorarios hacia el final de la clase, por aquello de que lo primero es el aprendizaje de Manuel y, también tengo que decirlo porque es verdad, porque se me hacía cuesta arriba. Pero Manuel me dio de entrada una gran lección diciendo:

—¿Qué tal si nos quitamos ese sapo de en medio?

A lo que respondí algo así como:

—¡Qué gran idea!

Así que encontramos un precio que nos satisficiera a ambos y la verdad es que, una vez liquidado ese punto de la orden del día, fue todavía más satisfactorio ponerse manos a la obra.

Lo que esto me está enseñando acerca de valorar mi tiempo y mi trabajo. ¡Gracias Manuel!

Empezamos con un trance para entrar en el estado que construimos el primer día y ampiarlo con nuevos recursos. También nos sirvió para centranos y ponernos listos para trabajar. Decidimos que trabajaríamos en su pronunciación, una de las cosas en las que tiene más potencial

Manuel eligió un texto de su nivel (¡Peligro en la playa!) y nos pusimos con ello. Rápidamente me di cuenta de que teníamos mucho trabajo por delante.

Uno de los retos de enseñar a alguien un idioma es encontrar el equilibrio adecuado entre detener a la persona y corregir lo que hace y dejarle fluir en lo que está haciendo. Esto depende de su nivel, del tiempo del que disponemos para la enseñanza, de sus retos de aprendizaje, de sus objetivos… También de lo que la persona puede dar en ese momento. Queremos encontrar ese punto dulce en el que podemos fluir con facilidad, así que buscamos el equilibrio entre la dificultad y la habilidad, ese punto en el que le resulta un reto factible. Poco a poco, lo vamos encontrando.

Por momentos me sentí como un sparring en lo alto de un ring.

Ahora un puñetazo bajo con la diestra. Ahora uno alto con la zurda. Ahora un uppercut. Ahora una serie de tres rápidos. Ese juego de pies.

Manuel se revolvía dándolo todo, tomando los músculos de su cara, de sus labios, de su mandíbula, de su cuello… y haciéndoles hacer cosas que no habían hecho nunca.

—Se dice München —le decía—. Ü. Ü. Coge una I. Coge una U. Ahora júntalas y pronúncialas a la vez. Ü. München. Mü. Mü. Eso es.

—Zehn. Es como una zeta con una te juntas, como antes con la u y la i. Zehn. Eso es. Zehn. Otra vez. Por ahí. Zehn. ¡Bravo!

Y Manuel revolviéndose en la silla, estirando de sus músculos faciales aquí y allá. Buf, le faltaba el “Eye of the tiger” sonando de fondo.

—Schreibtisch. Schreib, de schreiben, escribir. Tisch es mesa. Schreibtisch. No, Schrei. Schhhrei. Sch, sch. Schreib, tisch. Tisch. Suena como cuando golpeas un platillo. ¿Has golpeado alguna vez un platillo? Pues suena así, tsch, tsch. Bum bum, tsch. Eso es. ¡Otra vez! Schreibtisch. ¡Bien!

Madre mía.

No sé cómo estaba Manuel cuando acabamos, pero yo estaba molido. Me alegré de no tener que ir a una reunión como él. Hasta me olían los alerones.

Así que muy guay. Me lo pasé muy bien, practiqué hipnosis, fue muy interesante coger las frases y despiezarlas en palabras, las palabras en sonidos, los sonidos en sonidos más pequeños… Aprender que es diferente cómo nos imaginamos cómo suena de cómo suena en realidad. De cómo las imágenes que hacemos en nuestras cabezas influyen en los sonidos que producimos y cómo podemos usarlas para lograr los sonidos que queremos producir. Estas cosas me fascinan.

Y lo voy a dejar aquí, que al final he escrito esto en dos tandas y tengo ganas ya de fin de semana. Creo que voy a hacer descanso durante el mismo y el lunes os cuento cómo me fue con esta mujer de la posible colaboración con WordPress.

¡Que tengáis un gran fin de semana!

PD: El lunes tengo entrevista telefónica con la empresa de alquiler de coches.

Comentarios

3 respuestas a «La columna extra»

  1. Avatar de Manuel
    Manuel

    ¡Suerte con la entrevista!

    Hace unos años leí un libro y un personaje no dejaba de repetir: “Once you’ve got a task to do, it’s better to do it than live with the fear of it” e intento aplicarme el cuento. Aunque me gusta más “comerse el sapo”. Cuando lo sueltas en otro idioma la gente se te queda mirando

  2. Avatar de Ed
    Ed

    No percibí ningún cambio en el diseño del blog, he tenido que fijar atentamente en el astronauta.
    Me gusta tu web actual y me gustaba ESDLV original. Mucho texto y pocos accesorios.
    Quizás es nostalgia y echo de menos las webs del año 2000 donde predominaba el texto y lo esencial. Hay web modernas de empresas espectaculares, donde todo se mueve, pero que no entiendes nada, no sabes a lo que se dedica la empresa y la navegación es caótica. Parecen hechas mas para el lucimiento del diseñador que del visitante.
    Se que respondo con retraso a los post y voy en orden inverso, pero llevo unos días de mucho trabajo y no he tenido tiempo de procrastinar hasta hoy jejejeje

    1. Avatar de Javier

      Sí, es muy sutil
      Gracias por el feedback. Sí, la idea es que tenga lo esencial. Ya tiene muchas cosas, pero lo que tiene aporta valor, que de eso se trata.
      Gracias por tomarte el tiempo de contribuir aquí, Ed. 🙂

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