La columna de lujo

Daniela se ha ido al médico. Lucas y yo nos hemos quedado en casa de Rodríguez. Lo meto en la furla de portar (casi que me suena a insulto el nombre) y le doy un par de paseos. Nos enfrentamos a algunas horas de padre-hijo en solitario. Pero mira: hoy columna de lujo, con tranquilidad y buenos alimentos.

Empieza a llorar. Le enchufo el chupete. Se calma. Aprovecho para tragarme el primer sapo del día: llamar al deshollinador.

No responde, pero le dejo un mensaje en el contestador diciéndole que, la mejor hora para que se pase, es entre las diez y las once.

Estoy orgulloso de mí, tragándome sapos con un bebé colgando del pecho. Quién me ha visto y quién me ve. Mi alemán fluye con suavidad mientras recito el mensaje.

Si no le llamas, el deshollinador viene cuando le parece dentro de la franja horaria que ha anunciado. Dado que ese día tengo coaching de orientación laboral a las 13:30, si le llamo puedo conseguir que venga a la hora que más me conviene. Cuando cuelgo estoy la mar de orgulloso de mí mismo.

Damos un par de vueltas más. Se pone a llorar; se le ha caído el chupete. Inserto el artefacto en la ranura bucal y se calma inmediatamente. Su chupete es de la marca Avent; el mío de la marca Paulaner.

Siguiente sapo del día: concertar cita en el dentista.

Odio el dentista. ¿Quién ama al dentista? Supongo que hay que verlo como que prevenir es mejor que curar. Un pequeño sapo al año es mejor que postergarlo varios años y luego pasarse una mañana en el dentista siendo el protagonista de una carnicería.

Enciendo el ordenador buscando el número de teléfono. Me siento con cuidado para que sus patitas cuelguen libremente de la furla. Por un momento hasta cierra los ojitos. Si le ocurre como al padre, el repiqueteo de las teclas al escribir le resultará reconfortante. Pero eso vamos a verlo, porque se le acaba de caer el chupete.

Hiperventila. Da un gritito. Tras un momento de indecisión, suelta un pequeño eructo.

No, hay que volver al chupete.

Tiene chupete desde ayer.

Los expertos consultados nos han recomendado que no le diéramos el chupete durante las primeras semanas. No sé si tienen en cuenta los nervios de los padres en esta recomendación. Se le vuelve a caer.

Comprar el chupete fue una odisea en sí mismo.

Nos recomendaron el Avent ultra soft. Suena a deportivo, pero es un chupete. Pasé una tarde recorriendo las droguerías de la contornada: completamente agotado.

—Compra el Classic —me dijo Daniela.

Fui y compré el Classic.

—Ese es para bebés de más de seis meses, ¿no lo has visto?

—Sí, pero me dijiste que comprara el Classic.

Con falta de sueño y un mes ya largo de cansancio acumulado, sólo eso ya basta para montarla grande.

Al final, el Avent ultra night. Brilla en la oscuridad. Ahora eso es un problema.

Esta es una columna de lujo describiendo, afortunadamente, problemas de lujo.

Así que ahora me toca llamar al dentista y concertar una cita. La última fue hace un año y dos meses. Últimamente voy cada seis meses, pues prefiero ir y volver que ir, estar allí varias horas pasándolas canutas y volver.

—Yo es que lo paso fatal cuando vengo a verte —le confesaba al dentista de toda la vida ™.

—¿En serio? Pero si siempre has estado la mar de tranquilo.

Un ejemplo más de cómo se puedo estar hecho un flan por dentro y aparentar estoicismo por fuera. Con treinta años de práctica logré una desconexión prácticamente completa entre mi interior y mi exterior. Entre medias, un pétreo entumecimiento.

Pero en fin, voy a llamar antes de que se acerquen las doce del mediodía y esa voz dentro de mí diga:

—No llames ahora, que se van a comer.

Llama, Javier. Revisa, publica y llama. Estoy orgulloso de ti.

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