Hipnosis y meditación (II/IV)

Una mañana, meditando, me di cuenta de algo que me dejó en estado de shock: no me sentía. Había un enorme vacío en mí. Era una cosa increíblemente extraña.

Había llegado a ese punto investigando algo de lo que me había dado cuenta en las últimas semanas: podía extender mi mano y verla ante mí y mi mano se sentía como la pared que había detrás. Sentado, miraba mi brazo frente a la mesa. Mi brazo se sentía como la mesa. La mesa no se sentía, mi brazo tampoco. Eso me llevó a detenerme e investigar esto más detenidamente.

Y allí estaba yo, sentado, mirando hacia abajo, viendo mi abdomen moverse al respirar. Pero no podía sentirlo. Podía ver mi pecho allí, pero no podía sentirlo. Era como ser invisible, como no existir. Era increíblemente surrealista.

Fui al cuarto de baño y me puse frente al espejo, y me di cuenta de que, por primera vez en mi vida, me observaba a mí mismo con curiosidad en lugar de con ánimo de crítica. Sólo eso ya me sorprendió, pero me interesaba saber por qué no me sentía, por qué era como invisible.

Me miré detenidamente con curiosidad en el espejo y me di cuenta de algo espeluznante.

Uno de mis hombros estaba más alto que el otro. Mi cuello estaba doblado. Mi tronco hacía una “S” y mi caja torácica estaba torcida, con las costillas inferiores inclinadas hacia afuera. Verme de aquella manera tan grotesca me dejó conmocionado.

Fui entonces al comedor y me senté en una silla, dispuesto a investigar detenidamente aquel fenómeno de la no sensación, aquel extraño vacío que hasta ahora había yo considerado como una metáfora vital pero que, aquella mañana, se había convertido en algo muy palpable, presente y discernible.

Improvisé a partir de algo que había aprendido en PNL. Fui a través de cada uno de los canales de mi percepción (así, como quien no quiere la cosa) y me detuve a hacer distinciones más específicas con lo que había aprendido de las submodalidades de la PNL.

Por ejemplo: ¿Cómo son las imágenes que estoy viendo? ¿Son grandes o pequeñas? ¿Están cerca o están lejos? ¿Son en color o en blanco y negro? ¿Están quietas o se mueven? ¿Cómo es el marco? Empecé a investigar, concienzudamente, mi experiencia visual. Fue algo extremadamente surrealista y que hacía por primera vez, y también me dejó horrorizado.

Me hizo darme cuenta de que me experimentaba a mí mismo como una pequeña esfera del tamaño de un guisante. Esta esfera flotaba en un vacío negro enormemente grande. Frente a mí, ese pequeño guisante, se proyectaba una inmensa pantalla plana en la que yo podía ver mi entorno y a mí mismo. El contenido de esta pantalla estaba lejano, distante, y era enorme.

Me di cuenta de que me había disociado prácticamente completamente de mí mismo. Mi cuerpo era apenas un área de aquella enorme pantalla; lejano, bidimensional, distante. Hiciera lo que hiciera, todo se experimentaba lejano, distante, amortiguado, ajeno. Darme cuenta de aquello fue un nuevo horror. Tal vez una nueva dimensión de aquel horror al que me estaba despertando.

Las distinciones que pude hacer con respecto a los sonidos, por abreviar este relato, son las que podrías esperar que acompañaran a una experiencia así.

En cuanto a las sensaciones… ¿Qué sensaciones siente una esfera chisporroteante del tamaño de un guisante que flota en un espacio sideral?

Ninguna. Prácticamente nada es lo que siente.

Por entonces, mis días estaban llenos de horror y terror, de pánico. Todo estaba lejano, distante, difuso, amortiguado. A medida que fui a través de estos descubrimientos, quedé sumido en un progresivo estado de horror, soledad, alucine, estupefacción, terror, desconexión.

Pánico.

Pero aquella mañana yo debía de estar por fin preparado para descubrir, después de casi 25 años de hundirme poco a poco en un horrible pozo, un pozo estrecho y angosto, oscuro y frío, de decenas de metros de profundidad, debía de estar por fin preparado para descubrir lo que me ocurría.

Me senté, me auto-induje un trance, me auto-hice una regresión al pasado y descubrí el pastel del Big Crunch. Por contarlo en un pim-pam-pum porque ya he escrito mucho al respecto.

Una vez hube descubierto aquello y me hube recuperado del shock, sólo tenía una única idea en mente: recuperarme. No sabía cuánto tiempo me llevaría y no sabía qué tendría que hacer para ello, pero estaba obsesionado con mi recuperación. De esta manera, empecé a meditar todos los días.

Meditar era algo horrible. Tenía que obligarme a ello.

Me sentaba cada mañana, me quitaba la camiseta, miraba hacia abajo y observaba mi tronco. Observaba cómo se movían mi abdomen y mi pecho al respirar. Trataba de encontrar las sensaciones desesperadamente. Nada. Era absurdo. Pero cada mañana regresaba allí, me quitaba la camiseta e intentaba en vano sentir algo. Poco a poco, con el paso de los días, empecé a sentir levemente.

A lo largo de las semanas se me empezó a hacer obvio que lo que había debajo de aquel vacío era entumecimiento. Como cuando vamos al dentista y nos duerme la boca.

Anestesia.

Aquello se sentía como el corcho. Era una mierda que sentir, pero era mucho mejor que no sentir nada. Poco a poco, a base de práctica, fui sintiendo cada vez más de ese corcho, lo que fue esperanzador.

Un tiempo más tarde, tal vez un par de meses de esta rutina diaria, empecé a llegar más allá del entumecimiento. Eso sí, pronto se me hizo obvio que se trataba de malas noticias: debajo de aquel entumecimiento, debajo de aquella anestesia, había dolor.

Fue como estar haciendo una exploración petrolífera. Cuando creía que había pasado la roca y llegaba al petróleo, llegué a la mierda pura. Fue un chasco enorme. Pasé de sentir cada vez más entumecimiento a sentir cada vez más dolor. Poco a poco, día a día, avanzando en mi recuperación, comencé a despertar a una pesadilla de dolor.

Comentarios

2 respuestas a «Hipnosis y meditación (II/IV)»

  1. Avatar de Ed
    Ed

    Mensaje recibido. Creo que me va tocando volver a meditar. Miedo me da lo que pueda encontrar, pero tengo que salir de mi bucle.
    Gracias

    1. Avatar de Javier

      Un placer. Gracias por comentarlo.

Deja una respuesta