Entre lo que se hace y lo que hay que hacer

Este es un título algo genérico y llamativo para un tema que vamos a ver cómo desarrollo y con al que llevo un par de días dando vueltas. Puede ser muy interesante, así que vamos con ello. Dado que hoy estoy un poco espesito, me pregunto qué tal me va a salir. En un momento más lo sabremos.


Nota: Esta columna es extra-larga. Son unas 1.800 palabras y la iba a dividir en dos, pero queda muy coja si lo hago. Así pues, ahí va entera.


Digo que estoy un poco espesito porque ayer me fui a cenar por ahí y volví tarde y con tres Weissbier en el buche. Aunque me las tomé a lo largo de unas cinco horas de soleada terraza y animada conversación en español, esta mañana se notan. Me cuesta más enfocarme, me siento algo más pesado de lo habitual y, la verdad, me podía haber ahorrado por lo menos una. Pero oye, me lo pasé muy bien, y eso lo compensa.

Quedé con Sergio, que tal vez esté incluso leyendo esto.

Me pregunto si querrá que mencione su nombre.

Antaño me esmeraba en preservar el anonimato de la gente. Álvaro era el Chucky, Regensburg era Regensperry. SiemensVDO era PerryAG. Lo hacía sin saber muy bien por qué. Yo mismo era GonzoTBA en lugar de Javier. Era todo como muy underground. Lo podemos resumir en que tenía miedo.

Yo tendía a hablar mal de la gente y de las cosas. Estaba de una mala hostia descomunal prácticamente todo el tiempo y el blog era una válvula de escape. Si ponía motes a las cosas, a los lugares y a la gente, podía desquitarme con más tranquilidad. Afortunadamente, mucho ha pasado desde entonces y mucho ha cambiado para bien, y ahora me esmero en hablar bien de la gente porque sé que, en el fondo, estoy hablando de mí.

Y quedé con Sergio y me lo pasé muy bien. Nos sentamos en la terraza de una pizzería cerca de casa y tomamos una cerveza mientras nos poníamos al día.

Conocí a Sergio hace unos años, cuando vino a verme para una sesión de hipnosis. Fue una sesión muy larga que supuso un reto para mi habilidad y para paciencia, pues debimos de estar unas tres o cuatro horas en trance profundo, yendo hacia atrás y adelante en el tiempo. Unos años después me volvió a contactar para preguntarme si podía enseñarle hipnosis, a lo que le contesté que había dejado de hacer consulta y de dar cursos porque me había dado cuenta de que estaba mucho peor de lo que creía y tenía que enfocar todos mis recursos en mí mismo y en mi propia recuperación.

Pero allí estábamos de nuevo, hablando de El Sentido de la Vida, de la vida en general, de ser españoles en Alemania y de las cosas que uno a veces tiene que aprender mientras es humano. Lo pasé genial, tan bien que, cuando nos despedimos, eran eso de las once y nos habíamos bebido tres cervezas cada uno. Así que sí: hoy estoy espesito.

Pero a lo que quería ir es a eso del marketing online, y de las listas de correo, y de las estrategias de crecimiento y venta, y todas esas cosas acerca de las que he venido leyendo mucho y escuchando mucho podcast. Y en particular quiero hablar del “lo que se hace” y de “lo que hay que hacer”.

Por ejemplo, ¿hay que tener una lista de correo? Es lo que hay que hacer.

Yo tengo mis dudas, sinceramente.

“Lo que se hace” puede ser muy diferente de “lo que a mí me conviene”. Lo mismo le ocurre a “lo que hay que hacer”. ¿Qué tiene que hacer quién para qué? Ahí, quitando todas esas telarañas, aparece mucho hueco que hay que rellenar.

Hace unos años, cuando escribía en javiermalonda.com, por ejemplo, monté una lista de correo. La monté a lo grande, con su servicio externo y toda su configuración y toda su historia. Pasé al menos un par de mañanas trabajando en eso. Nunca le saqué partido. Lo hice porque era “lo que se hacía”.

Si estuviera algo más despierto me saldría una frase mejor, pero hoy me voy a conformar con escribir que fue “matar moscas a cañonazos”.

En PNL aprendimos lo que llaman el “Metamodelo del lenguaje”. Aquello me fascinó.

Se trata de un modelo interrogatorio, algo que podrían usar en la policía. Estaba hecho de un montón de ejemplos de maneras en las que, cuando hablamos, omitimos, generalizamos y distorsionamos la información.

Por ejemplo, si alguien dice: “Esto se hace así”, en esa frase hay omisión de información del tipo “ejecución perdida”, pues se omite la fuente de la que proviene esa información. Esa frase se puede retar, por ejemplo, preguntando “¿Según quién?” o “¿Quién dice eso?”.

Otro ejemplo, si alguien dice “Me despidieron del trabajo” puedes preguntar “¿Quiénes?”. La respuesta puede ser “Mi jefe”, lo que lo hace mucho más concreto y convierte una percepción amorfa y difusa en algo mucho más claro y manejable. Estos son algunos ejemplos que se me ocurren a bote pronto.

Es una lista larga de preguntas, organizada en diferentes categorías, y es oro puro a la hora de aclarar las cosas. Yo, viniendo de ofuscar las cosas a lo largo de más de veinte años en un intento de ocultarme el Big Crunch y crear y mantener a su alrededor una historia hipnótica que me mantuviera protegido de aquella apabullantemente dolorosa verdad, encontré en el Metamodelo del Lenguaje una herramienta fabulosa.

Ahora, cuando aprendemos esto, como chiquillos con zapatos nuevos, en esta ocasión con juguete nuevo, salimos a jugar, y vamos haciendo preguntas de este tipo a las personas más cercanas. Nos convertimos en lo que, en el argot, se llama “Metamonstruos”. Tenemos la tendencia de cabrear a la gente a nuestro alrededor con esta nueva herramienta interrogativa.

Hay un valor en la ofuscación, en el humo, en la ocultación. Como mínimo, esto sirve para protegernos. Nos protege del daño que no estamos preparados o dispuestos a asumir, de la misma manera en que un padre o una madre protege a un hijo de una verdad dolorosa. Estas preguntas aclaran, y al aclarar a menudo encontramos dolor, y cuando aclaramos para encontrar dolor se siente como un ataque, y ante un ataque percibido se responde con agresividad. Es entonces cuando hablamos de ego y de sus constelaciones.

Me llevó mucho comprender esto. Cabreé a amigos y familiares durante años, esquivando el utilizar esta nueva herramienta de aclarado conmigo mismo y entrar en contacto con mi propio dolor. Finalmente, a base mucho palo, aprendí a reservar el uso de este juguete al contexto terapéutico y, en particular, a mí mismo.

Durante los dos años que pasé desenterrando dolor, pasé prácticamente cada día tumbado en el suelo, mirando el techo, entrando en contacto con el dolor en mi interior, usando el sincero contraste que el suelo ofrecía para despertar lentamente de mi gigantesco entumecimiento. Escuchaba mis pensamientos, escuchaba mi voz interior, detectaba las maneras en que omitía, generalizaba y distorsionaba y me hacía preguntas del metamodelo, retándome a mí mismo a ofrecerme respuestas, descubriendo una y otra vez las trampas con las que me engañaba y a la vez me protegía.

A la vez, pasé dos años aprendiendo a hablar en primera persona, a hacerme dueño de mis propias palabras en lugar de hablar en mi interior en segunda persona. Hay una diferencia abismal en lo que se siente. Aquello estaba tan enraizado dentro de mí que me llevó dos años de práctica diaria aprender a hablar desde el yo. Cogí todo aquello que ponía en el mundo, en la sociedad o en otras personas y lenta, laboriosa y sistemáticamente, lo conecté conmigo mismo. Asumí tanta responsabilidad como pude por aquel daño que me había causado. Eso me dio un enorme poder.

Estas son distinciones importantes y tiene un sentido que mencione todo esto.

Gran parte del consejo que damos se basa en el “Si yo fuera tú, entonces…”. Esto es muy bonito, pero está errado de base porque… ¡tachán!, tú no eres yo. Sorpresa. Y si empezamos a profundizar en eso nos daremos cuenta de que somos tan diferentes que carece de sentido siquiera jugar a ese juego. ¿Alguna vez alguien te ha dado un consejo no requerido usando esa fórmula? ¿Cómo se sintió?

A lo que voy, saltando de rama en rama y de árbol en árbol, es que no tengo nada claro que quiera una lista de correo.

Tengo una montada. Es lo que hay que hacer. Hay tres personas apuntadas. A veces recibo un mensaje del plugin que me dice que ha habido un problema enviando un mensaje. No sé qué es lo que no funciona. Envío un mensaje de prueba y me llega adecuadamente. ¿Estás suscrito para recibir las notificaciones de las nuevas entradas? ¿Te llegan los avisos?

Escribo todos los días. Todos lo sabéis. Quien quiere puede volver y leer más y quien no puede no hacerlo. Ahora mismo, tener una lista de correo carece de utilidad para mí. Tal vez la tenga en futuro, pero actualmente es más un engorro que otra cosa, y prefiero enfocarme en cosas más útiles para todos.

Para mí, la informática sirve para resolver, fundamentalmente, un problema: el problema de la repetición. La solución a este problema: la automatización. Es un proceso natural.

Hacemos una tarea. La repetimos cada día durante meses. Los diferentes movimientos requeridos se van ensamblando entre sí a lo largo de los días y de las semanas. Con la práctica y la repetición diaria, estos movimientos se empaquetan en comportamientos. Al cabo de tres meses, ese comportamiento se ha automatizado. A partir de entonces, se ocupa el inconsciente, la parte automática del ser. La conciencia se libera para aprender nuevas habilidades.

¿Cuándo es el momento de automatizar algo? Cuando lo he repetido muchas veces. ¿Cuántas veces? Las veces suficientes como para que me compense la energía de automatizar en lugar de seguir repitiendo el proceso. ¿He llegado ahí? En absoluto. ¿Es el momento de automatizar? No. ¿Es el momento de tener una lista de correo? No.

He cometido este error muchas veces antes. “Había que” hacer esto. Lo hice. No entendía por qué y, especialmente, no entendía para qué. Cuando esté cansado de repetirlo, entonces trabajaré en automatizarlo.

Esta ha sido una entrada larga, una entrada apasionada. Me molestan estas cosas. Me molesta cuando repetimos sin saber por qué. Me molesta cuando imitamos sin cuestionarnos. Me molesta cuando no queremos ir más allá.

Cada vez que hacemos una afirmación que no comprendemos, en particular cada vez que decimos que algo “siempre” es así, o “nunca”, estamos levantando un muro en nuestras mentes. Cuando hacemos mucho de esto, terminamos encontrándonos aprisionados entre paredes que nosotros mismos levantamos. Hacerse preguntas es la manera de abrir agujeros y poner puertas y ventanas a estas paredes. Es la manera de crear libertad. Y en particular, libertad interior; la mejor forma de libertad que existe.

¿Según quién?

Según San Javier, claro 😉

Ahí va la última de las fotos de la serie de grafitis. Me da pena terminarla, pero todo se acaba. ¡Gracias grafitis! Lindo pajarillo, ¡vuela en libertad!
Fuente: Javier

Comentarios

5 respuestas a «Entre lo que se hace y lo que hay que hacer»

  1. Avatar de Dani
    Dani

    Me ha gustado mucho esta entrada. Bien podía ser una entrada de javiermalonda.com

    Yo estoy suscrito pero no me llega nada y lo veo absurdo por lo que dices: entro cada día a leer.

    🙂

    1. Avatar de Javier

      Oh, me alegro de que te haya gustado mucho. Yo no estaba contento con ella. Por cierto, javiermalonda.com ya no es mío. Dejé el dominio y lo compró otro Javier Malonda.

      Hmmm, lo temía, gracias por el feedback. No sé si es problema del plugin o del SMTP. Probaré con otro plugin, el Mail Poet, que he visto que se usa mucho.

      Gracias por el comentario, Dani 🙂

    2. Avatar de Javier

      Acabo de revisar el asunto y al parecer tenía que crear un cron job para este plugin en particular. Lo acabo de definir. ¿Me puedes decir si te llegan los emails? Yo creo que también estoy suscrito, así que estaré atento también. Gracias.

      1. Avatar de Dani
        Dani

        Vale. Mañana te digo.

        Los comentarios si llegan desde el primer día.

        🙂

        1. Avatar de Javier

          Super, gracias. Y gracias también por confirmarme los comentarios

          🙂

Deja una respuesta