Buf, estos últimos días de Uncrunching están siendo realmente dolorosos, con algunos puntos en los que la columna vertebral se resiste a enderezarse. Lugares de carne largamente entumecida se manifiestan en la consciencia sintiéndose como tizones ardientes. Emociones realmente desagradables, especialmente ira, surgen en mi interior. Además de eso, pues bueno… la vida cotidiana. Menuda manera de empezar una columna. Pero vamos allá.
Vamos a comenzar “resolviendo” la paradoja de las cien puertas.
El problema de Monty Hall
Como Adrián acertadamente mencionó, se trata del llamado problema de Monty Hall. Hagamos una breve recapitulación.
Tenemos cien puertas. Detrás de una hay un premio. Elijo una puerta, por ejemplo la 28.
Entonces me dicen que detrás de la 37 no hay premio, y además me dan la oportunidad de elegir otra puerta. Las preguntas son: ¿Qué hago y por qué?
La solución, todo esto según lo tengo yo entendido, pasa por elegir otra puerta. El razonamiento es el siguiente, y tiene truco estadístico:
La primera vez elegimos entre 100 puertas, así que la probabilidad de acertar es de 1/100. Ahora, en el segundo caso, ante la oportunidad de elegir de nuevo, la mejor opción es hacerlo. ¿Por qué? Porque, al elegir de nuevo, estamos aumentando las probabilidades de acertar, pues antes elegíamos entre cien puertas y ahora elegimos entre 99, así que la probabilidad aumenta y se sitúa en 1/99, una centésima superior.
Lo entiendo. Muy interesante y muy ingenioso. Ahora, la pregunta que me hago es:
¿Si me quedo con la misma puerta no estoy acaso, implícitamente, eligiendo de nuevo? Al fin y al cabo elijo quedarme con la misma puerta, lo que sigue siendo una elección en sí. En otras palabras, elijo no elegir, pero esto es a su vez una elección, una elección que hago, igualmente, entre 99 puertas.
¿Qué opináis vosotros?
De curso en curso y tiro porque me toca
Ayer comencé un curso en edx, uno de Harvard, toma nivelazo. Algo así como introducción a la inteligencia artificial con Python. Me chupé el primer vídeo de dos horas.
La cosa compleja pero muy bien explicada. Diferentes algoritmos básicos para resolver diferentes problemas, así como diferentes aproximaciones para optimizar la resolución de problemas infinitos. Ahora, cuando llegué a la hora de hacer los ejercicios, me desbordé.
Primero uno de encontrar relaciones en una base de datos. Luego un programa para jugar al tres en raya. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que quería pensar, pero no tanto.
Me sentí de nuevo en las clases de Álgebra y Cálculo de la escuela de Ingeniería. Tengo esos días asociados a cantidades abrumadoras de angustia. Suficiente.
Así que elegí otro camino: el curso de creación de páginas web con Python.
HTML, CSS, Bootstrap, SASS… Esto en la primera lección. Tengo que pensar, pero menos. Más agradable. Más llevadero. Encontrando un camino por el que pueda avanzar disfrutando. Ahora el reto está en ir encontrando el tiempo para avanzar.
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