El Big Crunch: The Book

Ayer estuve leyendo más capítulos de la serie que escribí para desahogarme cuando, no es que a la gente no le interesara, que también es posible, sino… ¿qué hace alguien con una historia así? Hay que haber vivido unas ciertas cosas y desarrollar unos ciertos recursos para poder escuchar una historia así y poder hacer algo útil con ella. Pero yo no sabía nada de eso entonces, y mi último recurso fue entregarme a las páginas en blanco. Ellas fueron las únicas que supieron escucharme.

Voy ya por el capítulo 12 de 35. Los escribí con números romanos. ¿Por qué escribimos estas cosas con números romanos? Dan más empaque, sí, pero… ¿algo más? Tal vez se conectan con las piedras y la historia de la humanidad. Pues eso, empaque.

Temo que, al usar este título, WordPress lo convierta en una URL y ésta pueda colisionar con una página del libro. Supongo que caerán en rutas diferentes. En fin, focus, Javier.

Leí uno de los comentarios a la serie del Big Crunch entonces. Era acerca de con qué grado de literalidad había que tomarse lo que escribía. Es una pregunta legítima.

Pero mira. Si escribo que me noto una bola ardiente del tamaño de una canica de las gordas, y que arde como un tizón, y que está junto a la escápula derecha, y que me tumbo en el suelo y la presiono contra el suelo y la masajeo, y que duele tanto que temo desmayarme, entonces es justo eso lo que ocurrió y lo que hice. Si escribo que, mientras hacía eso, le decía a esa parte de mí: “Resiste, que voy a por ti”, entonces es que decía eso mientras lo hacía. Vamos, que el grado de literalidad es próximo al 100%. Yo sé que es difícil de creer y que resulta más accesible pensar que estoy usando alguna metáfora para vete a saber qué. No, estoy siendo literal.

Y releyendo esto me estoy dando cuenta de por lo que pasé.

Esto ocurrió hace años ya, al principio del Uncrunching, proceso en el que llevo ya siete años y ocho meses. Mi cuerpo estaba duro como una piedra. No lo sentía. A base de meditar, aprendí a penetrar ese vacío, y lo que encontré fue tensión. Bajo la tensión, dolor. Durante dos años estuve desenterrando dolor. Día a día, semana a semana, mes a mes… Laboriosa y pacientemente desenterrando dolor.

Experimenté un dolor creciente durante dos años. Al terminar el segundo año, no es que no hubiera más dolor, sino que dejó de crecer. Solamente eso ya fue un gran alivio.

En fin, dicen que nos acostumbramos rápidamente a lo bueno. Esto pasa por olvidar rápidamente lo malo.

Este dolor abrumador y aparentemente infinito me queda ya, gracias a Dios, lejos. Lo olvidé rápidamente y con mucho gusto, pero me viene bien releer esta historia para apreciar lo que he conseguido y darme cuenta, desde la distancia, de lo que he atravesado. Eso me permite aprender a valorar, en su justa medida, el incipiente bienestar que, a base de muchísimo trabajo y disciplina, estoy alcanzando.

En fin, esta mañana he conducido hasta el INEM alemán de Augsburgo. Enorme edificio junto al Wertach.

Der Lech, die Wertach. Augsburgo tiene dos ríos y cada uno tiene un género diferente. Eso es algo peculiar.

Y ya estoy dado de alta como arbeitsuchend, buscador de trabajo. A media jornada, eso sí. Que tengo una mujer que trabaja, un bebé que sacar adelante, algunos ahorros y una experiencia cercana a la muerte de la que terminar de recuperarme. Me sentí bien caminando al fresco de la mañana. Día gris pero aire muy fresco. Ayer por la noche estuve llorando otra vez y hoy un poco más arriba en la escala del Bienestar. Seguimos prosperando.

¿Algún arbeitsuchend por aquí? Espero haber escrito hoy los meses con minúscula, si es que he escrito alguno.

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