El otro día hacíamos un pequeño juego: a ver quién adivinaba a qué me refería con eso de “Django desencadenado”. Adrián fue el único que nos dejó saber si había acertado o no, y no lo hizo. Hoy, si hiciéramos de nuevo un juego al respecto del título, seguro que muchos acertaríais a lo que me refiero antes incluso de dar más detalles.
Apenas un par de días laborables he tardado en recibir una respuesta a mi interés por el puesto de trabajo de desarrollo con Python y Django. En un breve, franco y agradable email en forma de sapo, mi interlocutor me ha hecho saber que declinan mi interés. La verdad es que me lo he tomado bastante bien.
Me lo he tomado bastante bien porque, en lo que llevamos de mañana, apuntando ya hacia el mediodía, ya he estado llorando un par de veces.
Entre las cosas que más me importan en la vida se encuentra terminar de destorcer ese grupo de vértebras, entre la región cervical y la torácica, que llevan 30 años permitiéndome explorar el infierno. Al margen de eso, me importan pocas cosas, y se trata más de personas que de cosas.
Muevo huesos, alivio tensiones de tres décadas y encuentro la manera de llorarlo un poco más. Compruebo que puedo respirar todavía un poco más profundamente sintiendo todavía un poco menos de dolor. Buf.
Es una lástima, sí, es cierto, que el Django se haya ido al carajo. Pasé un par de días emocionado leyendo artículos en Internet acerca de cómo funciona: la estructura Modelo-Vista-Controlador, el sistema de plantillas, ese Python reluciente haciendo cosas molonas… En fin, Django desencadenado y al carajo.
Hoy han vuelto a bajar las temperaturas y está nevando de nuevo. Seguramente pasemos el día metidos en casa, encerrados y aislados en estos duros tiempo de coronavirus.
Ayer, paseando por el cementerio, encontramos unas flores que habían tirado a la basura. En el otro contenedor, unos maceteros. Hicimos recolecta y nos sirvió para rellenar un par de jardineras de la terraza. Todavía está por ver si las flores de los dos maceteros del año pasado, las que yo cubría con una manta cada noche en las primeras heladas, han sobrevivido al invierno. Mucho me sorprendería.
También mencionar que se ha retrasado el primer vuelo del helicóptero marciano. Estaba previsto para el domingo y, según he leído, lo han pospuesto mientras revisan los datos e investigan los errores del check-up que envió el cacharro al inicializarse. Seguiremos a la espera.
De todos modos, parece que el primer vuelo es un vuelo de prueba de 30 segundos en el que el artilugio sube tres metros. Aunque yo me lo imagino volando a toda velocidad entre cañones marcianos disparando a naves marcianas, hay que tener en cuenta que este pequeño vuelo de prueba sigue siendo gran cosa por tratarse del primer vuelo exoterráqueo. Una pasada. En cualquier caso, siempre nos queda la fórmula uno del domingo que viene: gran premio de nosequé en el circuito de Imola, donde se ya volvió a correr el año pasado después de una larga pausa.
Y poco más. Lo dejo aquí, que hoy, como cada día desde hace casi tres meses, me toca preparar la comida.
¿Cómo lleváis vosotros el rechazo laboral? Ains.
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